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El monstruo de White Roses: Emily Dawson a través del televisor

Decía Fernando Pessoa, poeta, escritor y dramaturgo portugués, que el inventor del espejo envenenó el corazón humano. Casi 90 años después podemos añadir a la frase un responsable más: los medios de comunicación.

Nos encontramos en los aclamados años 90 en Ohio. Un sótano extraño, repleto de cajas de zapatos, desordenado, frío, oscuro. Hay cadenas por el suelo, un colchón desvencijado y todo un ambiente de misterio y extrañeza. El miedo no aparece (todavía).  En el escenario nos recibe de espaldas una chica de ojos llorosos y alma rota. Frente a una cámara nos cuenta su historia: se llama Emily Dawson y, al igual que Alicia, también ha atravesado espejos y pantallas. 

 

“El monstruo de White Roses” es un thriller teatral escrito por Jesús Torres e interpretado por Víctor Palmero y Lucía Díez, rostros conocidos de la televisión y los escenarios.

 

“I ́m here! Help!”, fue el grito de auxilio que despertó al tranquilo barrio de White Roses, en Ohio, una mañana de abril. Aquella voz apesadumbrada y llena de energía era la de Emily, la joven adolescente secuestrada casi un año atrás. ¿Y su verdugo? Harry Coleman, el zapatero del barrio, un hombre esquivo pero tranquilo, quien la había sometido a toda clase de abusos y torturas en el sótano de su casa. Y así es cómo Harry pasó a la Historia de América como el Monstruo de White Roses. Y así es cómo el caso de la desaparición de Emily Dawson dio la vuelta al mundo y estuvo presente de manera repetitiva y sensacionalista en los noticieros y periódicos dando pie a la llamada “década de las desapariciones”.

En un mundo actual dominado por los medios de comunicación, las redes sociales – qué curioso que la publicación de este artículo coincida con el veinte aniversario de Facebook –, el mensaje rápido, fugaz, viral y de olvido más rápido todavía, el contenido vacío, el clickbait y la nula crítica del periodismo hacia el periodismo este thriller teatral se hace más necesario que nunca. ¿Y qué mejor forma que criticar el rol de los medios, usuarios, productores y consumidores que mediante una historia truculenta y morbosa? Porque no nos olvidemos que si hay una forma criticable de contar una noticia atroz es porque hay espectadores dispuestos a escucharla y a humedecer los labios. Por eso, resulta tan interesante que en los Teatros Luchana donde se representa la obra, el espectador se vea obligado a entrar a la zona de butacas por el escenario, como si también fuera parte de la cadena, del entramado.

Como en una especie del Mito de la Caverna de Platón, el espectador es puesto frente a un escenario repleto de sombras y cadenas, en el que los actores cuentan una historia que, poco a poco, se va complicando y enroscando en el misterio para dar un sorpasso final.

Cuenta el director y dramaturgo que el proceso de creación ha sido apasionante y que, a raíz de escribir una escena, ensayarla y pulirla nacía la siguiente. Así se forma una obra delicada, con unas interpretaciones fascinantes y más profunda de lo que aparenta. El rol de los medios de comunicación y el sensacionalismo del que se han nutrido la sociedad y los medios, unos para hacer caja y audiencia, otros por querer una víctima sobre la que llorar y volcar sus penas y miserias, como si la desgracia de un desconocido nos sirviera para darnos cuenta de la felicidad (a veces escondida) de la que gozamos. Todo un mecanismo fatal y falto de sensibilidad que entronca lo más negro del ser humano.

Pero también nos habla del juego de los espejos y de las máscaras que ponemos a los demás de una forma prejuiciosa y automática y ahí creo que radica lo más interesante de la obra. Como si no viésemos la escena realmente completa, algo parecido a las sombras que veían los hombres presos de la caverna. ¿Se experimenta una cierta liberación cuando se cierra el telón?

“El monstruo de White Roses” es un retrato de una década en la que las noticias espantosas copaban portadas y espacios con entrevistas mordaces y documentales frívolos. Tiempos oscuros en los que surgía toda una hazaña acompañada de la creatividad más visceral para ver quién se llevaba a la audiencia de calle, quién arrasaba y qué medios conseguían más telespectadores pegados al televisor. De hecho, la propuesta de Jesús Torres es innovadora, ya que se nutre de documentales de este género producidos por Netflix y puesto que combina la dinámica narrativa clásica del teatro con otras formas audiovisuales más actuales.

Todo esto, con el aumento de las tecnologías y el apego – a veces nocivo, todo sea dicho – del móvil y las redes sociales ha mutado a lo que conocemos hoy en día como true crime. ¿Cuántas veces leemos una noticia horrible en alguna red social y nos entristecemos o nos enfadamos con el mundo para, en un segundo después, pasar a otro vídeo, otra foto random?  ¿Existe un limbo con todas las sensaciones que nacen en un segundo casual para morir en otro segundo posterior y casual?

¿Cuántas tragedias en portadas y medios empañaron su verdadera desgracia? ¿Nos acordamos de las víctimas o sólo de la que fue más comentada, más viral? ¿Hay velas para todas ellas? ¿Un caso eclipsa otro caso? ¿Las víctimas logran en algún momento mirar hacia otro lado y seguir con su vida?

Harry Coleman y Emily Dawson se van desnudando, psicológicamente, en el escenario, conversando y ejecutando un retrato perfecto de su cotidianeidad, dando pie a que el espectador vaya elaborando una ficha policial de los hechos y de la psique de cada personaje, para confirmar lo que reconocía Hitchcock: que a cualquiera le gusta un buen crimen, siempre que no sea la víctima. Aunque, a veces, convertirnos en víctimas pueda ser la perfecta solución. Han pasado más de 30 años desde el incidente y hay quien asegura que ha visto a Emily Dawson por alguna calle de Ohio. Hoy, tantos años después, se sigue buscando carnaza: ¿cómo es Emily hoy?, ¿ha olvidado lo que le sucedió?, ¿cómo consiguió salir adelante?, ¿cómo lucha contra las secuelas? Al igual que José María Íñigo, la gente quiere saber…. ¿Estará de nuevo Emily Dawson pronto en sus mejores pantallas?

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La Resiliencia del Ballet de Kiev y pasos de élite en España

El ballet en España

Es probable que la evolución del ballet en España haya pasado desapercibida en comparación con otros países europeos. Relacionado con la disciplina y el privilegio de las élites, su historia ha estado influida por factores culturales, sociales y políticos: Sirvió de entretenimiento en las cortes durante el Renacimiento y el Barroco. Así, a pesar de las influencias del ballet francés y ruso en el siglo XVIII, no fue hasta el XIX cuando empezó a ganar terreno en España gracias a la adaptación de Don Quijote del coreógrafo ruso Marius Petipa, fusionando el ballet clásico con elementos españoles.

En 1978, bajo la dirección de Antonio Gades, fue creado el Ballet Nacional de España y Compañía de Danza Española. Esto fue esencial para la revalorización de la danza española. Antonio Gades era un bailaor y coreógrafo que como pionero en la combinación del flamenco y el ballet clásico, se le considera el padre del “Nuevo Flamenco”.

La fusión flamenco-ballet

La técnica y la elegancia del arte clásico con las raíces y la autenticidad del flamenco consiguen convivir en este desafío a la innovación artística, siendo clave la potenciación de sus diferencias y dejar a un lado los clichés.

Al igual que el ballet se conoce por su rigidez, su exigencia y la disciplina, el flamenco lo dota de emociones mucho más intensas, consiguiendo que se deje llevar por la pasión. Por otro lado, la delicadeza del ballet consigue unos movimientos más sutiles en la parte flamenca, llevando los pasos a otra dimensión sin perder esa autenticidad y expresión.

Los mejores bailarines han trabajado junto a Carlos Rodríguez en su representación de ETERNO, una coreografía que se acerca a las figuras creativas del pintor Pablo Picasso combinando en dos actos el flamenco y el contemporáneo.

Crónica del Alba aún sigue disponible para descubrir la versatilidad de Miguel Ángel Berna y Sara Calero, los bailarines que protagonizan esta adaptación de la obra del gran Ramón J. Sender.

 

 

 

Conexión con el presente: Compañías de danza importantes

Compañía Nacional de Danza (CND)

El ballet español no se ha quedado en casa, y desde que Antonio Gades puso su granito de arena, ha conseguido cruzar las fronteras y tener un recorrido internacional gracias al compromiso de la Compañía Nacional de Danza con convertirse en un referente de la danza clásica y contemporánea española. Presentaciones de Giselle en el Joyce Theatre de Nueva York, el Teatro de los Campos Elíseos en París, e incluso el Bolshoi Theatre en Moscú a pesar de su cancelación por la invasión de Rusia Ucrania no pasan desapercibidas. 

María de Ávila, una de las primeras directoras y maestra que siempre recordará la escuela, tutorizó a estrellas como Víctor Ullate, Arantxa Argüelles, Carmen Roche o Ana Laguna. Fue la encargada de llevar El lago de los cisnes primero al Teatro de la Zarzuela de Madrid; y después al Teatro Mariinsky en San Petersburgo.

Recientemente destaca la última versión de Giselle bajo el mando del director Joaquín de Luz, inspirada en la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer en 2020. Y ahora se puede disfrutar de obras como Homenaje a Granados y Don Quijote en su gira nacional.

El Ballet de Kiev

Aunque pueda parecer que España no es un epicentro global del ballet, sin duda la visita anual del Ballet de Kiev cuenta una historia diferente. Incluso ahora la relación es mucho más estrecha, ya que debido a la guerra en Ucrania grandes bailarines como Elena Germanovich, Evhen Lagunov, Evhen Svlititsa y Alexandra Berozkina tuvieron que irse a vivir diferentes partes de Europa, y para esta nueva gira han tenido la oportunidad de ensayar en las instalaciones de Villa Universitaria, en San Vicente del Raspeig, Alicante.

Ya el año pasado colaboraron con Unicef y Cruz Roja para destinar parte de lo recaudado con las entradas a los refugiados ucranianos. Esta gira con representaciones como El cascanueces, El lago de los cisnes y La gala de estrellas llegó a recaudar más de 140.000.

El Ballet de Kiev es una de las grandes figuras del ballet, reconocido internacionalmente por su excelencia y compromiso con preservar la tradición de la danza clásica. Esta temporada sus primeras funciones en Barcelona y Madrid tuvieron un gran éxito, y ahora se puede seguir disfrutando por varias ciudades de España de un imprescindible El lago de los cisnes.

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Los mejores planes si vas a pasar el verano en Madrid

Se acerca el verano y, aunque la mayoría prefieren sombrilla y playa, son muchas las personas que tienen que hacer frente al calor de Madrid sin ni siquiera poder desconectar de la ciudad. No son pocos los que creen que la capital en verano pierde un poco el encanto, los chapuzones en el mar amenizan las olas de calor y la verdad es que Madrid de playero tiene poco.

Aquí traemos algunos planes para pasar un poquito mejor estos sofocantes meses: Desde la máxima variedad de carteles de festivales, hasta los espectáculos de moda en la ciudad, pasando por experiencias únicas en parques temáticos o tours por grandes estadios para los más futboleros.

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Festivales en Madrid

Mad Cool Festival

Uno de los eventos masivos en Madrid. Todos los años ofrece un cartel muy variopinto tanto si quieres disfrutar de buenas bandas de rock como si prefieres la música urbana, pasando por cantantes de rap internacionales y los mejores DJ.

En la edición pasada, Nathy Peluso causó impacto con su poderío, y fue un placer tener en directo a Imagine Dragons o Metallica. Este año también viene pisando fuerte y nombres como Lil Nas X, The 1975 o Red Hot Chili Peppers son cabezas de cartel.

 

Boombasticland

 

Una de las opciones para disfrutar de la mejor música urbana. El año pasado se estrenó con un cartelazo, recibiendo a cabezas de cartel como Duki, Bizarrap, Maria Becerra o Nicki Nicole.

Este año la novedad es que incluye el acceso a Boombasticland, una mini-ciudad que contará con parque de atracciones, cine, beach club, zona disco y muchas más experiencias. Se celebrará en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas.

 

 

Reggaeton Beach Festival

Si eres fanático del reggaetón y prefieres vivir la experiencia de un solo género, Reggaeton Beach Festival ofrece el mejor cartel para perrear hasta el suelo. El ambiente de este festival es muy enérgico, y se crea una energía electrizante que no te puedes perder.

Lo mejor es el ambiente playero que recrea con la instalación de atracciones acuáticas y un montón de actividades que lo convierten en más que un festival de música. Todo perfecto para cargar pilas y bailar al ritmo de Ozuna, Anuel AA, Sech, Jhayco, Arcángel o Eladio Carrion en la edición de Madrid.

 

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Espectáculos en Madrid

WAH Madrid

Si buscas un espectáculo diferente que te vuelva a sorprender y te devuelva las ganas de invertir en cultura, WAH Madrid sin duda superará tus expectativas. Porque no es solo un musical: combina el arte y la música, con la gastronomía en un formato que te permite disfrutar sentado y relajado mientras pruebas comida de los cinco continentes ¡Y ya desde entonces te mantiene distraído con los primeros shows!

 

Cantantes y bailarines de las grandes productoras de Broadway nos deleitan durante toda la estancia con increíbles interpretaciones de las canciones más conocidas. Además, también hay un after show ¡Para que la fiesta no pare! Todo bien resguardados del calor en el IFEMA de Madrid.

 

 

Juan Dávila – La capital del pecado

El verano a veces tiene momentos muy aburridos, sobre todo si caemos en la monotonía y no encontramos ningún plan divertido. Si echas de menos las risas y los buenos momentos para evadirte, no puedes perderte la nueva comedia de Juan Dávila. Si sus momentos más divertidos se han hecho virales en TikTok, es porque algo está haciendo bien.

Las primeras fechas han completado la venta de entradas para un espectáculo que promete quitarnos la vergüenza con un repaso de los pecados capitales en esta segunda versión de La capital del pecado, un monólogo de éxito para todo tipo de público.

 

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Parques en Madrid

Parque Warner de Madrid

Habrá quien lo tenga pendiente y también quien esté harto de ir, pero esta temporada no te puedes perder Parque Warner y vivir de primera mano la experiencia de ‘Batman Gotham City Escape’ ¡La montaña rusa que acaba de estrenar! El parque ha dado la bienvenida al 2023 con la novedad de las novedades.

‘Batman Gotham City Escape’ hace un recorrido por la ciudad de Gotham, alcanzando una altura de hasta 45 metros y lanzamientos que llegan a los 100 km/h en apenas unos segundos. La intención de los creadores es que quien se siente en este Batmóvil viva la experiencia al 100% con 111 segundos de adrenalina, música, sonidos e incluso diálogos entre personajes pasando por lugares como la Mansión Wayne, la Batcueva y el Metro de Gotham City.

Entre medias puedes refrescarte en atracciones como ‘Río Bravo’, ‘Oso Yogui’, ‘Rápidos ACME’, ‘Cataratas Salvajes’ o los chorros de agua de Cartoon Village en compañía de Looney Tunes.

 

Warner Beach

Si eres demasiado caluroso y prefieres estar constantemente en remojo, Parque Warner también ofrece la opción acuática.  Disfruta de la velocidad en toboganes como Superman, Batman, Wonderwoman, Harley Queen o Aquaman; o si prefieres una experiencia más tranquila puedes darte un chapuzón en la Playa de Olas o descansar en la zona de tumbonas.

Y por supuesto, también hay zonas para los más pequeños que quieran bañarse acompañados de los Looney Tunes en la piscina Baby Olas, o en las islas ¡Todos al agua! y Agua Aventura.

 

Aquópolis de Villanueva de la Cañada

Otra alternativa si el Parque Warner te pilla lejos es el Aquópolis de Villanueva de la Cañada. Kamikaze, Splash, el tobogán Zig Zag, el Turbolance y la piscina de olas son algunas de las variadas atracciones que puedes disfrutar. Este parque también dispone de zonas infantiles ¡Y una zona vip para el descanso!

 

 

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Tours de Estadios de fútbol

Estadio Santiago Bernabéu

 

Y para los fanáticos del fútbol o simplemente turistas de Madrid, el tour del Santiago Bernabéu se ha convertido en un imprescindible.

A pesar de las obras que se están llevando a cabo en el estadio, se ha podido habilitar el museo con alguna modificación de horarios en los meses de octubre y noviembre y una reducción del recorrido ¡Pero se puede seguir disfrutando de la vista panorámica del campo o el museo!

 

 

Estadio Cívitas Metropolitano

Si por el contrario el madridismo no es lo tuyo, Cívitas Metropolitano también ofrece un recorrido muy completo por la casa del Atlético de Madrid.

Los visitantes pueden hacer ruta por los vestuarios, el túnel de acceso al campo, la sala de prensa y el museo, además de otras actividades para disfrutar la experiencia de forma interactiva.

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La función que sale mal. La paradoja de triunfar fallando estrepitosamente

Pocas veces he estado encima de un escenario, pero siempre ha habido unos nervios difíciles de controlar – ahora se da cuenta uno de lo bien que sienta ser espectador. Hay tantas cosas que pueden salir mal: olvidarse del texto, no saber cuál es tu pie, los fallos técnicos, que el público no congenie con la obra, bajas de última hora o la constante molestia de los móviles que no llegan a apagarse del todo…

“La función que sale mal” no podía tener un título más clarificador. Nos situamos en una noche de estreno que presume ser mágica y espectacular. Los espectadores van ocupando su sitio, leyendo el programa de mano, hablando entre ellos… Mientras tanto, un equipo técnico ataviado de uniforme con actitud a ratos pasota, a ratos histérica, parece sumergido en su propia burbuja y, en el aire, la pregunta de los espectadores más puntuales: ¿ha comenzado ya el show?

Tras el saludo inicial del director de la obra – un joven que apunta maneras con (no) éxitos tan notorios como “Cat”, “Siete novias para cuatro hermanos” o “La fea y la bestia” –, comienza una función que va de mal en peor. Estamos en el salón de una mansión inglesa que bien podría aparecer en una novela de Agatha Christie y sobre la chaise longue descansa un cadáver. Alrededor del incidente se reúnen todos los personajes que deberán iniciar una investigación para averiguar quién es el culpable, pero la obra no va a ir todo lo bien que la compañía universitaria desea: un director desquiciado, un auxiliar pasivo y torpe, actores que se salen del papel, técnicos molestando y un largo etcétera de todo aquello que no debería pasar.

Con una carrera de fondo de lo más longeva y exitosa y presencia en 30 países, “La función que sale mal” ha hecho reír a carcajadas a más de 8 millones de espectadores desde que se estrenara en el West End londinense en un 2012 que ya apunta lejano. Esta comedia en estado puro cuenta con un reparto talentoso y perfectamente coordinado que no tiene problemas en improvisar cuando haga falta en compenetración con el público. Y aunque no lo parezca, todo lo que sale mal, los fallos, los descuidos, los accidentes y hasta el peligro que sufre el decorado cuentan con un engranaje perfectamente ejecutado, planificado, ensayado y realizado. Desde las butacas se nota la labor de coordinación que hace todo el equipo, lo cohesionado que está el reparto y la pasión y entrega que demuestran.

Con ritmo ágil y mucha gracia, se recuerdan pocas comedias en cartelera en las que el público se ría cada dos segundos y la comicidad aguante de manera ingeniosa y constante durante toda la representación. No extrañan para nada las ovaciones y los aplausos del final, tan merecidos, pues supone un diez en todas las categorías necesarias para que una obra destinada al fracaso sea un éxito rotundo. Y aunque la banda sonora pueda ser José Luis Perales o una canción de suspense y terror, en realidad, el tempo que marca la obra son las carcajadas sin fin del público.

Tras llegar a Madrid en septiembre de 2019, esta compañía aficionada universitaria echa el telón en el Teatro Marquina el día 28 de mayo y Dios sabe si seguirán triunfando y fallando al mismo tiempo, cosechando éxitos, aplausos, risas y premios como hasta ahora. 

Como un engranaje de un reloj suizo, la obra de cierto corte surrealista combina de un modo brillante el ingenio necesario para escribir y representar una obra tan complicada y la coordinación imprescindible de muchos equipos para que todo salga como debe salir: mal, fatal, nefasto, siguiendo la estela de obras condenadas a la ruina o incluso malditas como “Macbeth” o “El enfermo imaginario”, que supuso la propia muerte de Molière sobre el escenario. Todo un ejemplo paradójico de que, a veces, para triunfar hay que fallar estrepitosamente. Ya saben, ¡no se la pierdan!

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Las guerras de nuestros antepasados. Delibes hace pleno.

Hay algo especial en las novelas de Delibes que hace cosechar tanto éxito en los clubs de lectura, los colegios e institutos, la gran pantalla y hasta el escenario. Un qué sé yo que se une al talento natural del escritor artesano de palabras, fonemas e historias y que consigue ganarse al público y cubrirse de aplausos.

Estrenada el 25 de enero en el Teatro Bellas Artes, “Las guerras de nuestros antepasados” cuenta la historia de Pacífico Pérez, un recluso condenado por homicidio, al que a un psicólogo de la prisión le cuenta su vida, sus sentimientos y su pasado. A través de un extenso diálogo que le otorga un gran dinamismo a la obra, el espectador se adentra en la psique de Pacífico y en la relación con su padre, su abuelo y su bisabuelo. 

En contraste con la firmeza y la crueldad de estos hombres, Pacífico es un hombre cándido, de una sensibilidad casi enfermiza, que no busca librar ninguna batalla – ni siquiera la de su propia existencia – y que lejos de imponer sus propias normas, vive de acuerdo con sus propios valores y sus convicciones morales en una estabilidad pasmosa que no casa con la tradición familiar. 

Si Delibes es indiscutiblemente un factor destinado al éxito (lo hemos visto triunfando en escenarios de toda España con obras como “Señora de rojo sobre fondo gris”, “Cinco horas con Mario”, “Los Santos Inocentes” o “La hora roja”), el talento, la habilidad y el trabajo de fondo que hay detrás de la interpretación de Carmelo Gómez hace que el público quede prendado. Sin duda, estamos ante una de las mejores actuaciones teatrales de esta temporada. Y es que Pacífico es un personaje complicado de interpretar por su condición de enfermo, víctima de unos altibajos emocionales fuertes, que pasa de la pena a la más pura felicidad, de la ternura al llanto y de la melancolía propia del pasado a la esperanza que nos trae el futuro, aunque Pacífico tenga más de lo uno que de lo otro. También hay que añadir que el texto es complicadísimo de defender a causa de los vaivenes temporales del personaje al contarnos su propia historia, las frases que se entrecortan, las ideas que quedan suspendidas en el aire sin llegar a matizarse y el estar interrumpiendo constantemente su monólogo por las toses, las dificultades respiratorias y la angustia vital que siente y padece.

Carmelo Gómez, dotado de un talento inmensurable, nos presenta un personaje de una sensibilidad exquisita y una historia con mucho trasfondo y mucha filosofía. Actor, texto y personaje son una misma cosa.

La novela, publicada en 1975, no pudo escoger mejor momento para dar el salto a las librerías: la Transición. Como un libro bisagra, supone la perfecta frontera entre el viejo mundo y el que estaba por llegar. Sin embargo, la naturaleza humana siempre se abre camino. En un contexto como el actual con guerras presentes en Afganistán, Ucrania, Etiopía, Yemen, Israel y Palestina, la crispación política que atraviesa nuestro país, las guerras comerciales entre EE. UU. y China, los asesinatos y las protestas civiles en Perú o Brasil y la ocupación del Tíbet, esta obra toma un cariz especial, siendo su mensaje más necesario que nunca.

A lo largo de la obra, se nos presenta una sociedad enfrentada y violenta que necesita de las guerras de cualquier índole para poder vivir, como si de la guerra naciera un impulso vital tremendamente necesario para nuestra propia existencia.

El padre, el abuelo y el bisabuelo de Pacífico, marcados por la Guerra Civil, la de Marruecos y la última de las contiendas carlistas, respectivamente, no pueden concebir que el muchacho no tenga una guerra que librar y que nunca llega. La obsesión hecha diálogo: “Tu guerra debe estar al caer, Pacífico”. Surgen los cuestionamientos, las señalaciones y Esa Palabra: ¿Pacífico es maricón? ¿Es Pacífico un hombre realmente?  ¿Está sano mentalmente? ¿Qué le ocurre a este muchacho que detesta las guerras y la crueldad? 

Pacífico cae bien. Pacífico cae de puta madre. “Cada hombre tiene su guerra, lo mismo que tiene una mujer”, a tal conclusión llega el ingenuo Pacífico Pérez quien al final, sin comerlo ni beberlo, ajeno a una sociedad en la que no ha sabido ni querido integrarse, morirá aplastado por quienes dictan las normas y recorren los recovecos del sistema para su propio beneficio. Hecha la ley, hecha la trampa, que diría el refranero popular. Como nos pasa a muchos, desgraciadamente – añado yo –, porque… ¿Cuántos Pacíficos ha podido haber en la Historia de la Humanidad? ¿Cuántas personas deben regirse por unos convencionalismos sociales implantados con los que no concuerda? ¿Están marcados todos los Pacíficos por el mismo sino? 

Esta versión realizada por el prestigioso dramaturgo Eduardo Galán, que ha contado con el apoyo de Carmelo Gómez, natural de León, para adaptar la manera de hablar y hacerla más real, se erige bajo la batuta de Claudio Tolcachir, director de teatro argentino con una trayectoria envidiable tanto en Argentina como en el extranjero. Todo un equipo cohesionado que funciona a la perfección formado por Miguel Delibes, Claudio Tolcachir, Eduardo Galán, Jesús Cimarro, Carmelo Gómez y Miguel Hermoso. 

Una obra que sobresale por la maestría de la interpretación y el debate posterior que surge sobre la justicia, la moralidad y la ética, las nuevas masculinidades, la importancia de marcar la diferencia, el placer de vivir según nuestras normas y la necesidad de, en ciertas ocasiones, plantar un pie y defenderse.

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Retorno al hogar: lo que sucede alrededor de una mesa

“Quien bien te quiere, te hará llorar” seguramente sea uno de los refranes populares españoles que más detesto; con esa cosa rancia y desfasada de tiempos antiguos que desprende el refrán y provoca que se alarguen las palabras más de la cuenta por la caspa que contienen que hace trabarse la lengua a cada movimiento.

En “Retorno al hogar” del Premio Nobel Harold Pinter hay un poco bastante de eso.

“Retorno al hogar” nos sitúa en una casa de Londres plagada de ostracismo, decadencia, envidia, desidia vital, sueños rotos, comida pésima y un ambiente asfixiante que secuestra a los personajes, sin permitirles la libertad ni dentro ni fuera de la familia. Hay algo que no les deja marchar de la casa y, al mismo tiempo, les convence de que echarán de menos aquel ambiente si es que se atreven a abandonarlo. Una especie de “ni contigo ni sin ti” en la que somos lo suficientemente conscientes para detectar la toxicidad y lo bastante cobardes para no querer huir de ella. ¿Y si el ambiente de allá afuera es peor? ¿Y si la burbuja desagradable en realidad es un mecanismo de protección? ¿Y si…?

Hace años que no habita una mujer aquella casa. El viejo Max vive con su hermano Sam y con sus dos hijos, Lenny y Joey. La vida simplemente transcurre, nunca en paz, pero transcurre.

Un día aparece por sorpresa Teddy con su mujer tras seis años sin pisar aquella casa. Ahora vive en Estados Unidos, ha estudiado filosofía y tiene una brillante carrera como profesor y escritor. Parece que lo ha conseguido todo y podría darse por satisfecho, ¿puede que necesite volver? ¿Se siente extraño sin aquella atmósfera? La mala energía de la que se nutre la casa y los roles de cada uno de los personajes realmente son los protagonistas. Porque esta historia no va de Teddy, de Ruth, de Max, de Lenny, de Joey o de Sam. Va de los roles que asumimos los seres humanos en nuestros grupos o en la sociedad, de las burlas y los miedos, las herramientas que tenemos para defendernos o del orgullo que nace en situaciones desagradables. De aquellos hombres que sólo saben lanzar piedras a su propio tejado para absolutamente todo: con tal de llevar razón, para no asumir sus propios fracasos, para fingir que no existe el miedo (no es que no haya miedo, directamente no existe), para no tener que enfundarse en el perdón o en el cariño…

Pinter juega con los personajes, los diálogos, las acciones, los silencios y enreda la escena en un caos de tensión y una marea de resentimiento y reproches: la comida, la filosofía vital, la ropa, los hobbies, las decisiones, la imagen sobre el otro…

Lo que más he disfrutado del texto es la participación del público, ya que, siguiendo su estilo único, su estela rebelde y su personalidad irreverente y provocadora, Pinter parece saltarse algunas páginas o momentos, como si viéramos una vieja cinta casera en VHS en la que hay partes borradas por el tiempo, aunque su esencia sí se deja entrever. Es ahí donde el espectador – actuando una vez más como voyeur frenético – debe formar parte activa de la historia y tirar de su imaginación para unir las piezas y los detalles de la escena y los diálogos y rellenar esos huecos mínimamente perceptibles con sus propios detalles, añadiéndolos de su propia cosecha para dar redondez a la trama.

Esta versión a cargo de Daniel Veronese (Premio Max Iberoamericano) cuenta con la participación de un equipo actoral de primera con rostros tan conocidos como Miguel Rellán, Alfonso Lara, Fran Perea, David Castillo, Juan Carlos Vellido y Silma López. Todo un equipo cohesionado, pese a los malos rollos entre los personajes, que se ha tenido que enfrentar – y no es tarea fácil – al estilo de Pinter y adaptarse a sus juegos poco convencionales y carentes de lógica.

A través de la más absoluta cotidianeidad, pues toda la obra transcurre en un salón y alrededor de la mesa, se recrea un ambiente cargado de tensión y provocación.

Estrenada en 1965 bajo el nombre “The Homecoming”, esta obra se representó por primera vez en España en 1970, en una sesión única que acogió el Teatro Marquina bajo la tutela de Luis Escobar, todo un referente en el mundo del teatro. Después llegarían otras representaciones en la Sala Olimpia con un Javier Cámara treintañero o el Teatro Nacional de Catalunya en el año 2007 y ahora en el Teatro Fernán Gómez.

De EE. UU. a Londres y de Londres en un viaje itinerante por teatros de Madrid, Murcia, Guadalajara, Burgos, Málaga, Toledo y Rivas Vaciamadrid. Con la casa y la tensión a cuestas, nuestros protagonistas tienen trabajo por delante.

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Señora de rojo sobre fondo gris: la historia de amor más puro

El gol de Iniesta. Aquel “Pedrooooo” de Penélope Cruz en la gala de los Óscar del 2000. El pendiente perdido de La Faraona o ese “yo he venido a hablar de mi libro” espetado por Francisco Umbral.

Son hitos que forman parte de la memoria de los españoles; como si estos momentos recogieran de algún modo lo que somos, nuestra esencia. A esa lista, yo también añado la voz de Pepe Sacristán. Porque él lo vale.

Parece que las novelas de Miguel Delibes estaban hechas para ser representadas en el teatro. Y triunfar, por supuesto. Ya lo vimos en su momento con Lola Herrera y sus “Cinco horas con Mario” – porque son sus cinco horas con Mario – que ha interpretado desde 1979 hasta 2022. También se han llevado al teatro otras novelas como “La hoja roja” o “Las guerras de nuestros antepasados”, que se estrenará en el Bellas Artes en febrero de 2023. En “Señora de rojo sobre fondo gris” también se recoge la muerte, la soledad, la memoria sentimental, el paso del tiempo, las cosas que se quedaron por decir a quien ya no está y el amor como el sentimiento más puro. El texto nace como un recuerdo y un homenaje póstumo a la mujer del escritor que Sacristán sabe reconocer, valorar y engrandecer. No en vano, el propio Sacristán fue amigo del escritor y éste le concedió los derechos para versionar la obra. Al final del monólogo, tras los aplausos correspondientes totalmente merecidos, cae un solemne “en honor de Ángeles de Castro, puesto que, sin ella, sin su aliento, sin sus ánimos, no conoceríamos muchas de las obras de Delibes”.

Tal y como comentó el escritor en su momento, aquella mujer sensacional fallecida de un tumor cerebral a los 51 años y que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir, fue su mitad. 

Estamos en 1975, Nicolás es un pintor prestigioso en plena crisis creativa. Consumido por la tristeza y el estrés por la incapacidad de pintar y de que acudan los ángeles (las musas), evoca recuerdos tristes de su vida. Por un lado, la detención de su hija y su yerno por motivos políticos. Por otro lado, la enfermedad y la muerte de su mujer, Ana, que le hace abandonar la pintura, descomponerse y preguntarse cómo va a vivir a partir de ahora. ¿Cómo se combate la soledad, la pesadumbre, el abandono?

Es curioso cómo un solo actor abarca el escenario por completo y lo llena. No resulta difícil de creer tratándose de un actor que arranca desde la pasión y ha sabido escoger su trabajo en base a la auténtica vocación. ¿Qué diría aquel niño que venía de la tierra de los ajos si se viera a sí mismo ahora sentado desde una butaca? Al trabajar con pasión y desde el buen hacer, se nota que el texto es completamente suyo: las pausas para rellenarse la copa, las miradas al vacío, la modulación de la voz en según qué momentos… Es tan impresionante el talento de este hombre que hasta los silencios los llena, creando en el espectador un cierto desasosiego en compenetración con el ambiente de la obra.

En “Señora de rojo sobre fondo gris” nos encontramos un escenario lúgubre, deshabitado y descuidado. La buhardilla le sirve como refugio para evadirse de sus pesares, si no los llevara dentro y a cuestas. Hay cuadros sin terminar porque los ángeles no acuden – ¿es posible que estén ocupados acunando a alguien? –, el polvo se acumula, las botellas de licor parecen más vacías cada vez y aquella chaise longue de estilo victoriano hace mucho que no siente a dos amantes cobijarse en su tela. Y en el medio de aquel escenario, un hombre solitario con mirada lánguida nos narra sus miedos.

No es de extrañar que el Teatro Bellas Artes cuelgue a menudo el cartel de “todo vendido” o sold out, salvo que ahora se cuelga en sus redes sociales. Tiempos modernos, supongo, aunque con la esencia de siempre.

Eso sí, a los espectadores les aconsejo apagar los móviles completamente, evitar los excesos de tos y levantarse para aplaudir en cuanto acabe la obra. Ahora sólo queda preguntarse quién será el guapo que se atreva a rescatar este texto en un futuro (esperemos que muy lejano) y competir con semejante actor; la sombra de Sacristán es alargada.

 

Y como conclusión que me atrevo a compartir, diré que la obra supone un alegato a favor del arte, que siempre queda, como una forma exquisita de alcanzar la inmortalidad. Así pues, tanto la novela, como la obra como el retrato de Eduardo García Benito realizado en 1962 nos presentan la historia de amor y duelo de Miguel Delibes y Ángeles de Castro, uniéndoles no sólo a través del amor, también a través del arte y la cultura por toda la eternidad.

Quizás su amor, como tantos otros, también forme parte de la memoria sentimental de este país.