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YAG: el microteatro contra la homofobia que le da la vuelta a todo

A veces, tan solo basta con buscar el absurdo, el lado más irracional o disparatado de algo. Puede ser una situación, un lugar o simplemente una cuestión que muestre lo ilógico, incluso lo demencial que resulta eso mismo visto desde otra perspectiva. El ser humano, tiene la capacidad de normalizar aquello que se repite de manera prolongada en el tiempo, discerniendo entre lo que es lo habitual y lo raro, sentenciando, por otra parte, lo que es normal y lo que no. 

“Papá, soy hetero”. Tres palabras son suficientes para darle la vuelta a toda una estela de prejuicios, encasillamientos, mentes cerradas o simplemente a una sociedad que dice estar preparada para un cambio que no hace patente. La cruda realidad es que las palabras hetero y gay o lesbiana no van nunca de la mano, ni se meten en un mismo saco, sino que se muestran como líneas paralelas o divergentes que tratan sin éxito de convergir. 

YAG, un microteatro contra la homofobia al que le bastan 20 minutos para demostrar que esta no debería tener cabida en nuestra sociedad. Charlotte Arrese y Nacho Arrese, padre e hija en la vida real y padre e hija en la ficción nos hacen partícipes de una complicidad que se te pega a la piel y al corazón a cada minuto que pasa. El Teatro Off Latina da la oportunidad a esta humilde, pero talentosa representación que hará que salgas siendo una persona distinta de la que ha entrado. Una persona mejor. 

 

El humor esconde, en incontables ocasiones, situaciones duras y dramáticas que, bañadas de una absurda realidad logra transmitir lo que la tragedia no siempre consigue. Por su parte, Charlotte (o Carlota) y Nacho son el claro ejemplo de que menos es siempre más. En escena, junto a ellos: una mesa, dos sillas y un plato de lentejas de bote que son suficientes para concienciar, transmitir, sensibilizar e impregnar de valores a un público dispuesto. “Pero…, ¿qué he hecho mal?”, “¿Se le nota mucho?”, “¿Tú estás segura?”, “¿Quieres que llame a mi amigo terapeuta?» ¡Seguro que puede ayudarte!” YAG desmantela todos estos interrogantes y demuestra que dejan de tener sentido según el qué, el quién o el dónde.

Unos personajes capaces de mirar a los ojos a su enemigo, sin un solo ápice de miedo, sin balbucear y sin que les tiemble el pulso. Hablan alto y claro en favor de todo un colectivo oprimido dispuesto a señalar al opresor. ¿Se ve todo con más claridad si le damos la vuelta? ¿Qué deja de tener sentido y qué no? ¿Nos da miedo ver desvanecerse a las creencias de toda una vida? ¿Nos da miedo romper con esa normalidad?

Más allá de lo absurdo, de lo dramático o lo cómico. Un padre y una hija que se desnudan y se sinceran ante una realidad patente en la sociedad y en muchas familias. Un tremendo ejercicio de valentía que conciencia, que abre los ojos de muchos y cierra los de otros. Un padre, un Nacho comprensivo, que ama sin condiciones y condicionantes. Una hija, una Carlota (o Charlotte) que se presenta a sí misma como valiente y vulnerable, y que nos enseña que ambos son compatibles. Un público que no juzga, que no cuestiona, que deja ser, hacer y deshacer a su antojo. Una obra que cierra caminos y abre senderos. 

 

Por: Nara Juárez