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Extraña forma de vida. Almodóvar entre tinieblas y disparos.

INT. CINE PAZ DE MADRID – TARDE

Todo un público asiste entre expectante y nervioso a la presentación del nuevo corto del segundo manchego más internacional. No hay ninguna butaca vacía. Por unas escaleras va asomando poco a poco una melena canosa que nos es conocida. No hay duda, es ÉL.

(Aplausos en la sala)

En una sesión especial, el cine Paz de Madrid – inaugurado en 1943 y considerado uno de los cines más míticos de la capital – reunió a Pedro Almodóvar con el público, quien hacía la labor de maestro de ceremonias para presentarnos su nuevo cortometraje. ¡Toda una hazaña conseguir las entradas!, pues en menos de 20 minutos se habían agotado.

“Hay pocas experiencias como esta para un director: encontrarse dándole la espalda a una película que uno mismo ha hecho y frente a un patio de butacas lleno”, así comienza la presentación. De espaldas también viven nuestros protagonistas.

Estrenado el pasado viernes 26 de mayo y tras pasar por la 76ª edición del Festival de Cannes, “Extraña forma de vida nos introduce en el oeste americano con dos titanes de la interpretación: Pedro Pascal y Ethan Hawke. El género western llega a la vida de Almodóvar con 18 años y gracias a la Filmoteca Española, esa gran institución que para el director le supuso la única formación como cineasta y para muchos cinéfilos una herramienta indispensable para conocer y amar el cine. Enamorado de rostros y directores clásicos del género como John Ford, Henry King, John Wayne, Clint Eastwood o Sergio Leone, si nos fijamos en los metrajes conocidos como spaghetti western, aquel Pedro Almodóvar joven comenzó un visionado de aquellas películas, entendiendo la universalidad de las tramas, la situación de un país que necesitaba un cine épico para construir su propia historia y estilizar una realidad embarrada, cruda y violenta.

La vida transcurre hostil en Bitter Creek; el Sheriff Jake está investigando el asesinato de una mujer con la que guarda cierta relación. Entonces, aparece Silva, un viejo amigo que hace 25 años que no ve. ¿Para qué ha vuelto Silva tanto tiempo después? ¿Esconde algo su visita o es por un interés real?

Pese a un rodaje difícil por las inclemencias del tiempo – agosto, Almería, plena ola de calor –, el director reconoce que los dos actores fueron su primera opción y que, de inmediato, aceptaron sumarse al proyecto. Aparte de talento, el director necesitaba actores con culturas y métodos diferentes y que supieran retratar a la perfección polos opuestos. Mientras que Pedro Pascal interpreta a Silva, un hombre que atraviesa el desierto y llega a Bitter Creek como si fuera una inocente visita, Ethan Hawke da vida al Sheriff Jake, un hombre parco en palabras y sentimientos más centrado en la ley que en sus deseos. De ahí nace el título, inspirado en un fado de Amália Rodrigues, que pone el foco y la melodía sobre aquellas personas que viven de espaldas a la realidad, a sus propios instintos y placeres, ahuyentando su naturaleza y encerrando su corazón (o su pasión) en un armario. Junto a Rodrigues, un indispensable en la filmografía de Almodóvar (Alberto Iglesias) y un paisano del manchego (Manu Ríos) ponen sentimiento y banda sonora al cortometraje.

El verso “Si no sabes a dónde vas, ¿por qué insistes en correr?” da comienzo al corto, mientras el espectador se deleita con planos de un paisaje desértico con hombres de los de verdad galopando a caballo, quitándose el sombrero y enfundando pistolas. Entre tinieblas, en una sala abarrotada, Pedro Almodóvar comenta que ha querido ser lo más fidedigno a la realidad posible y no caer en anacronismos, salvo por el fado inicial. Quizás por eso estemos ante la película menos personalísima del cineasta y el espectador eche en falta aquellos rojos intensos, el technicolor, las decoraciones barrocas, los colores vibrantes y las historias entroncadas a las que nos tiene acostumbrados el ganador de 10 premios Goya. En cambio, la idea del argumento, la química que existe entre ambos intérpretes, la música siempre tan cuidada, los planos que son una delicia, el vestuario diseñado por la compañía parisina Yves Saint Laurent y la sensación que impregna la sala nada más acabar el film, hacen del corto una joya breve que da pie a muchas reflexiones.

¿Qué provoca que una persona decida vivir ajena a sus propios deseos? ¿Hasta qué punto es una persona libre si se deja llevar por sus apetitos? ¿En qué punto de equilibrio se encuentran el deseo sin ser galopante y el orden sin considerarse enfermizo? ¿Son los armarios un constructo social o, en cambio, los fabrica la propia psique como un mecanismo de autoprotección? ¿De qué hablan, si es que también hablan, los cowboys a medianoche? ¿Qué limites existe en el Amor en las diferentes épocas de la Historia? ¿Quiénes habrán sido los amantes perdidos y prohibidos, cuáles sus historias de romance, dónde sus encuentros, cómo sus finales?

Aunque entre tanta reflexión al aire, también se agradece que el corto deje tiempo para el erotismo – marca de la casa almodovariana, ¡menos mal! – y los espectadores puedan regocijarse contemplando el culo de Pedro Pascal (uno de los crush virales durante estos meses) o a un Ethan Hawke sin camisa. Asimismo, la escena entre José Condessa y Jason Fernández es el clímax del cortometraje, haciendo gala de un erotismo homoerótico masculinizado que baila y bebe vino entre un ni contigo ni sin ti, tan universal como bonito y doloroso.

Si en la Trilogía del dólar, Ennio Morricone, Sergio Leone y Clint Eastwood formaron un trío artístico sumamente talentoso, parece que, en la época moderna del western, Almodóvar, Pascal y Hawke son un nuevo trío de ases. Desde el desierto de Tabernas a Cannes y de ahí a todas las salas de cine, uniendo Hollywood con España…, una vez más.

Fundido a negro.

Créditos: Alejandro Pérez con música de Alberto Iglesias y vestuario de Yves Saint Laurent.