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‘Mamma Mía!’, aquí estoy otra vez

Una nueva producción de la obra llega dispuesta a marcar un antes y un después

‘Mamma Mía’ está por todas partes. Está en las canciones que escuchamos en casa, en restaurantes, mientras hacemos la compra o en una reunión con amigos. Está en todos nuestros amores, en los primeros, en los últimos y en los eternos. En los reencuentros con amigos de toda la vida, en las despedidas, en los vínculos que nos unen y separan de nuestros padres. Y ahora está en el Teatro Rialto de la Gran Vía de Madrid

Quién iba a decir a esos cuatro jóvenes suecos que un 6 de abril de 1974 iba a cambiarles tanto la vida ganar el festival de Eurovisión. Quién iba a decir también que, un 6 de abril de 1999, justo veinticinco años después, se iba a estrenar en Londres un musical que iba a llenar butacas hasta llegar a los más de 65 millones de espectadores en todo el mundo. Quién. Un musical creado por Catherine Johnson y Judy Craymer que ha triunfado.

El mayor reto era sin duda distanciarse de todo lo anterior, de otras producciones, de lo que ya se había hecho. De lo londinense. Por eso, Juan Carlos Fisher, director de esta nueva producción del musical, decidió centrarse en la historia, en el qué y no tanto en el cómo: “la historia de ‘Mamma Mía’ es una historia muy conmovedora, divertida y que conecta mucho con todos nosotros, porque todos hemos tenido primeros amores, reencuentros con mejores amigos después de mucho tiempo. Todos hemos tenido segundas oportunidades en el amor“.

Las caras nuevas y las tablas en el escenario se entremezclan dándole un valor más interpretativo que nunca al musical. Se decidió poner al frente a Verónica Ronda, la nueva Meryl Streep, en el papel de Donna y acompañada de Mariola Peña e Inés León, quienes son las encargadas de recordarnos el trío tan bueno que forman estas tres. Entre los candidatos a padre se encuentran el veterano Jaime Zataraín junto a Carlos de Austria y Lluis Canet. La dulzura de Sophie la encontraremos esta vez en Gina Gonfaus y en Jan Buxaderas como Sky. 

Desde que entras al Rialto, te envuelven las barcas, los cócteles y una ambientación digna de quien se quiere ir a pasar los días a una de esas blancas islas. Jaime Zataraín, comenta que: “se ha tenido muy en cuenta la cosa de la isla, que es Grecia, verano, que está todo el mundo preparando una boda, hay mucha gente joven, fresca, sexy, con ganas de celebrar la vida… Y eso en las versiones anteriores yo creo que no estaba tanto”. “Desde que entras al teatro ya estás en una isla griega. La gente se mete directamente en la historia, en el ambiente”, asegura Gina Gonfaus.

El ya inconfundible grupo ABBA y canciones como ‘Dancing Queen’, ‘Mamma Mía’, ‘Money, Money, Money’, ‘Honey, Honey’ o ‘Waterloo’, son un ejemplo perfecto de lo maravilloso que es, en palabras de la protagonista Verónica Ronda, “poder compartir la música, que trascienda y que el espectador quiera también dejarse llevar por este viaje”. A pesar de que las canciones están traducidas y adaptadas, no podían bajar el telón sin mostrarnos un poco del grupo en su estado más puro con un mashup final de tres canciones pensado para que el público baile y disfrute. Que falta nos hace. 

Y es que ‘Mamma Mía’ ya forma parte de nuestra historia. De una historia en la que nos vemos reflejados y que a su vez nos refleja cada día. De unas canciones que, como pocas, son un legado de una generación tras otra. Porque ‘Mamma Mía’ no pasa de moda, porque el amor en todas sus variedades siempre es tendencia y porque quién no querría vivir en una isla griega con las personas más importantes de su vida… Mamma Mía, que gusto nos da este despliegue de arte.

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Una y otra vez, ‘Cantando bajo la lluvia’

Àngel Llàcer,  Manu Guix y Miryam Benedited llevan el musical al Teatro Nuevo Apolo de Madrid

Entre flecos, lentejuelas y perlas que danzan en zapatos que acostumbran a moverse al ritmo de la música. Así es como ‘Cantando bajo la lluvia’ constituye toda un explosión de brillos y colores que nos hacen trasladarnos 100 años atrás: a nuestros queridos años 20

Por aquel entonces tuvieron lugar muchos acontecimientos reseñables en nuestra historia, entre ellos el paso del cine mudo al sonoro y con él una estela de películas y musicales que se han convertido en todo un clásico. Algunos en los mejores de todos los tiempos, y ‘Cantando bajo la lluvia’, con el inconfundible guión de Betty Comden y Adolph Green, no es sino uno de ellos. 

Tras su éxito en Barcelona como el espectáculo más visto de la temporada, el musical aterriza en el escenario del Teatro Nuevo Apolo de Madrid con la intención de conquistar la capital que, no olvidemos, cada vez lucha con más fuerza por conseguir su merecido tercer puesto después de Nueva York y Londres. El tándem perfecto que forman Àngel Llàcer, Manu Guix y Miryam Benedited reaparece dispuesto a darlo todo.

El elenco formado por Miguel Ángel Belotto en el papel de Don Lockwood y Diana Roig como Kathy Selden es una gran forma de completar un engranaje que solo puede tener un espectáculo de estas características. Ricky Mata encarnando al mismísimo Cosmo Brown y Mireia Portas en la piel de Lina Lamont son una más de las ruedas de este circuito que completa un equipo técnico que hace posible lo imposible. Verán ahora de qué les hablo. 

El mayor dilema o responsabilidad al que puede enfrentarse un actor de musicales es cómo ser fiel a la película que interpreta. A su personaje. Bien, la respuesta es fácil para Belotto, quien lleva un tiempo enfrentándose al reto de interpretar a Don Lockwood: “la película es un referente súper importante, pero no puede ser nunca una losa que nos pese”. Por eso, destaca la importancia de quedarse con la esencia pero transformarla y “que sea una Kathy Selden-Diana Roig y un Don Lockwood-Belotto. Siempre hay algo de nosotros en el personaje”.

“Hemos querido mantener muchas cosas que ya directamente son guiños a la película”, comenta Diana Roig. Quizá con esto podamos explicar que el teatro por un momento se olvide de sus limitaciones y haya conseguido que llueva. Sí, que llueva dentro del teatro. Lo que convierte al musical en “técnicamente una locura”, afirma la protagonista. 

‘Singin’ in the rain’ y ‘All I Do Is Dream of You’ son las dos únicas canciones que serán interpretadas en inglés: “porque han sido creadas así y no nos imaginábamos cantándolas de otra manera”, comenta la pareja protagonista. Sin embargo, otras como ‘Good Morning’ sí han sido traducidas y adaptadas para que los espectadores puedan comprender toda la trama y el argumento de la historia. 

El lenguaje de Gene Kelly y Donald O´Connor es único, y Belotto y Roig tenían que buscar su propia forma de llevarlo ante un escenario y un patio de butacas, donde no existe la voz de corten, ni la posibilidad de repetir escenas o de cantar y bailar por separado. Ellos tienen que dosificar su energía en ocho funciones semanales, sin margen de error y repletas de un gran sacrificio que solo puede sanar un público de pie tras cada actuación. 

Esta versión del clásico recuerda a más de uno a Broadway. Quizá porque se cuida hasta el más mínimo detalle. Por el trabajo, el esfuerzo y el cuidado que hay detrás de cada movimiento de los artistas. De quien tiene las tablas necesarias.

En palabras de Belotto, asistir a este musical, a esta expresión de arte, es lo mismo que ir a un lugar donde la gente “se divierte, se enamora, descubre la historia del cine y se traslada”. A esos años 20 que tanto nos regalaron. Tanto que 100 años después seguimos queriendo recrearlos cantando siempre bajo la lluvia. 

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De Londres a Madrid ‘Matilda, el musical’: un éxito asegurado

El Nuevo Teatro Alcalá sube a más de sesenta niños a su escenario

La historia de Roald Dahl y su niña con superpoderes conocida por todos, 12 años de éxito sin precedentes en los más grandes escenarios de Londres, una estela de 99 premios que convertían a ‘Matilda, el musical’ en el espectáculo contemporáneo más premiado: con algo así era difícil no triunfar. 

“Mágico. Energético. Espectacular”, así definían Oriol Burés y Valentina Cachimbo, quienes dan vida a Matilda y la señorita Señorita Trunchbull, el musical. “Matilda es un musical muy mágico, bastante diferente a lo que la gente ha visto aquí en España, y creo que no te deja indiferente”, afirmaba Burés. “La gente entrará de una forma a ver el musical y saldrá de otra. Es de estos musicales que te mueve muchas cosas”

El escenario del Nuevo Teatro Alcalá de Madrid se ha transformado, ahora ya no solo encontramos butacas rojas, palcos, focos o luces, sino que entrar supone trasladarnos a la mente de Matilda: un lugar en el que rebosan los libros. Y no solo eso, también se mueven. Pocas escenografías se han visto como esta. Todo tipo de efectos tienen lugar durante el espectáculo: juegos de luces, compuertas que se abren y cierran, efectos sonoros, visuales… 

Con un elenco formado mayoritariamente por niños es fácil quedar fascinado, y aún más si lo hacen tan bien. Llevan un año y medio preparándose para ello y parece que tanto esfuerzo se ha traducido en unos números musicales, bailes e interpretaciones dignos de ser presentados año tras año en el mismísimo Broadway

Tal y como pedía su director David Serrano, el (muy buen) trabajo de los niños no debe eclipsar interpretaciones como las de Oriol Burés, Daniel Orgaz, Allende Blanco, Mary Capel, Héctor Carballo o Pepa Lucas, así como los movimientos de muchos de los bailarines que forman parte del cuerpo de baile y que participan en la majestuosidad que desprende el espectáculo. 

Sin embargo, la buena relación entre los mayores y los pequeños del equipo no hace sino enriquecer aún más su esencia. Los unos aprenden de los otros, se aconsejan y, sobre todo, se enseñan “a no perder nunca la ilusión”, afirma Oriol. Los niños son un aliciente para dejarse la piel en el escenario “no puedo quedarme atrás, son un tren bala, una compañía de niños super disciplinada, energética, talentosa…”, comenta. 

Uno de los puntos más fuertes del musical (aunque no sea tan claro a simple vista), es la facilidad con la que consigue hacer llegar su mensaje a las miles de personas que se sientan en las butacas con la intención de disfrutar de un rato agradable, pero que no saben en realidad a lo que han ido ni lo que les espera. Han ido a recordar la importancia de que los niños reciban una buena educación, la importancia de cuidarlos, de no maltratarlos, de hacerlos sentirse valorados. Han ido a recordar que los niños después serán los mayores, y que no hay mayor aprendizaje y enseñanza que la propia experiencia: “a los niños hay que cuidarlos”, sentencia la pequeña Matilda Valentina Cachimbo. 

Quién pudiera ser Matilda y ser capaz de mover una y otra vez las agujas del reloj para que nunca llegue la hora de poner fin a aquello que disfrutamos. Como, por ejemplo, de ‘Matilda, el musical’.

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Dirty Dancing, el musical: cuando la nostalgia es sinónimo de éxito

El clásico permanecerá en el Espacio Ibercaja Delicias de Madrid hasta el 11 de diciembre

Es difícil sorprender cuando ya se ha visto todo. Para quien ya tiene una película, una historia de amor mítica, una estética tan marcada y unas canciones que han dado la vuelta al mundo y que, por supuesto, todos recuerdan, quedan ya pocas cosas por hacer. Por esta razón, el reto al que se enfrentaba ‘Dirty Dancing, el musical’ era (si cabe), mayor. Era necesario sacar la artillería pesada. Ir con todo. Usar su as de la manga. Y así lo hicieron. 

Jugar con la nostalgia es una apuesta segura cuando se trata de las personas. Asistir a Dirty Dancing, el musical es más que ir a ver una adaptación: es volver a sentarte en una de esas butacas rojas de los cines del 87, de cuando Netflix sonaba a algo lejano (o no sonaba) o de donde comíamos palomitas mientras deseabas ser tú la que entrase en el cuarto de Patrick Swayze. Pura reminiscencia. 

Y aunque el musical ya había pasado por numerosas ciudades españolas, instaurarse en la capital y hacerlo con éxito siempre ha sido una de las hazañas más difíciles. El Espacio Ibercaja Delicias de Madrid, decorado con banderines que instaban a adentrarse en el hotel Kellerman ‘s, ha sido el elegido para volver a los orígenes. 

Esta vez son Dani Tatay (Johnny Castle) y Sara Ávila (Baby) quienes, dirigidos por Federico Bellone, darán vida a una de las parejas más aclamadas de todos los tiempos. Acompañados de un elenco con el que viajaremos a los años 80 de la libertad, la sensualidad y la rebeldía y de una escenografía que ha sabido hacer muy bien lo suyo. Y tanto. 

En estos casos, términos como la idiosincrasia definen muy bien lo que ocurre en ese escenario. Definiendo a la misma como “aquello característico de una persona o cosa que la distingue de las demás” es fácil distinguir lo que tiene Dirty Dancing y lo que no tienen otros. Dirty Dancing constituye un antes y un después en el baile, es capaz de combinar la historia de un amor rebelde de dos adolescentes mientras trata temas tan importantes como el aborto. Es precursor de todo lo que hemos sido capaces de hacer. 

Dirty Dancing es. Forma parte de nuestra historia y lo hará en un futuro, así que ha sido y será. ¿Cómo es posible que el arte se traduzca en la facilidad de envolver a tantas y tan diferentes generaciones? Pregúntenle a Dirty Dancing.

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A Chorus Line, el musical que cuenta la historia de los de Broadway

Las personas acostumbramos a hacer fila para todo. Fila en el patio del colegio, fila en la compra, en el banco, en las urgencias del hospital, en las oficinas de administración. No es raro ni inusual para nosotros colocarnos en posición, expectantes, aunque muchas veces ya sepamos lo que viene después. Los artistas, los bailarines, los cantantes, los talentosos, y muchas veces los incomprendidos, forman su fila en Broadway e, inevitablemente, también saben lo que ocurrirá: ¡Gracias, ya te llamaremos! Y rumbo al próximo casting. 

En un mundo donde parecen tener cabida solo los mejores, A Chorus Line cuenta la historia de unos soñadores, resilientes y valientes que parecen resumir su vida en ir audición tras audición, derrota tras derrota, o éxito tras éxito agridulce. Nada más lejos de la realidad. Lo que parece ser una prueba más en la que demostrar sus virtudes artísticas y volver a casa con la frustrante sensación de no conseguir aquello que se desea, se convierte en un recorrido por los miedos, las experiencias, la infancia, adolescencia y madurez de unos personajes que parecen tener mucho que contar… ¿Cuál es tu historia?

El flamante musical de Michael Benett, James Kirkwood y Nicholas Dante, bajo la producción de Antonio Banderas, se propone hacer historia. Y lo consigue. Habrá quienes se pregunten por la trama, la trama, señores, es la vida. Nuestras experiencias más dolorosas, nuestros sueños incumplidos, ambiciones, crecimientos y procesos. Una historia que parece no contar nada pero que lo cuenta todo, que no necesita historias enrevesadas de planteamiento, nudo y desenlace, que es por sí misma, que muestra, que retrata, que relata, que canta los pretextos de unos pocos y lo que hay detrás de muchos. 

En A Chorus Line no se trata de destacar. Puede que no tenga un número estrella como sí lo tienen otros musicales, ni un personaje que brille con más luz que el resto, ni una historia que conmueva más que la otra. Y eso es lo que pretende. La vida no solo es lo grandioso, lo espectacular, lo que brilla, lo complejo o lo complicado. La vida es. Y punto.  Es vulnerable, son nuestros miedos nuestros éxitos, derrotas y victorias. Es lo que solo es nuestro. Es de estos personajes. 

En cuanto al reparto, no se puede sino hacer mención a todos aquellos artistas que forman parte del show. Angie Alcázar, Tomy Álvarez, Lucía Castro, Alex Chavarri, Javier Cid, Aaron Cobos, Anna Coll, Fran Del Pino, Daniel Délyon, Sonia Dorado, Roberto Facchin, Daniel Garod, Bealia Guerra, Pep Guillém, Cassandra Hlong, Ariel Juin, Flor Lopardo, Joan López-Santos, Juan José Marco, Graciela Monterde, Fran Moreno, Marcela Nava, Ivo Pareja-Obregón, Lucrecia Petraglia, Estibalitz Ruiz,  Aida Sánchez, Lorena Santiago, Sarah Schielke y Victor González. Son todos protagonistas. Tampoco necesita una gran escenografía, bastan unos cuantos espejos y unos pocos golpes de luz para contar lo que se quiere contar. Apuesta por lo simple, y por un maestro de ceremonias de la talla de Manuel Bandera, quien armoniza a más no poder. 

A Chorus Line, el mismo que estuvo quince años en cartel en Broadway, el del Pulitzer, el que Michael Douglas llevó a la gran pantalla. El de los espejos, los números musicales, las filas y las audiciones. El que cuenta historias: la historia de los de Broadway.

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En Tierra Extraña, el musical que resucita la copla en un suspiro

El musical ‘En Tierra Extraña’ reúne a Concha Piquer, García Lorca y Rafael de León sobre los escenarios teatrales

“Lo correcto es el enemigo del arte”, dicen. No sé exactamente qué es y no es lo correcto, ni lo que sería lo correcto para Lorca, la Piquer o Rafael de León, pero lo que presenciamos ayer día 3 de marzo de 2022 en el Teatro Marquina, fue, indudablemente, el más fiel de los amigos del arte.

Los grandes se merecen un homenaje, sería lo que pensó Juan Carlos Rubio, el director que se movía en tierra conocida, pero hizo de ella la más extraña posible. Él, eligió sin duda a los más grandes: ¿Qué pasaría si Concha Piquer, Federico García Lorca y Rafael de León tuviesen un encuentro? Pues esto es lo que se figuró Juan Carlos Rubio, y le llevó a hacer una reconstrucción histórica basada en hechos posibles pero que no sucedieron realmente. Algo así como un final histórico alternativo. 

Los mismos que entraban decididos a ocupar aquellas butacas rojas del teatro, segundos después, aplaudían la voz y el verso que en Tierra Extraña se contenía. Dispuestos a adentrarse en aquel encuentro ficticio de la España del 36, en esa tierra querida que la guerra a tantos arrebató, a lo extraño que tienen a veces los conflictos que se escapan de toda razón o entendimiento. A la historia y al arte de una tierra. Nuestra tierra.

Ansiosos, puede. Expectantes, también. Satisfechos, sí rotundo. Alguna que otra cámara dispuesta a filmar lo que muchas veces se ve en los escenarios, pero pocas se hace de esta manera. Incluso, pasaba por allí un Santiago Segura que, no dudó en asistir, presenciar y recomendar una de las mayores expresiones del arte de nuestro país.

Pero, ¿quién es Concha Piquer? Una mujer de los pies a la cabeza, una artista envidiable, la musa, el duende, la luz y la sombra del espectáculo. La valenciana. La tonadillera por excelencia, la que no acostumbra a recibir un no como respuesta, la expresiva, la emotiva, el arte. Y, ¿Diana Navarro? Diana Navarro, también. 

Junto a ella, encarnado por Alejandro Vera, el hombre de los pies planos y el corazón redondo. El autor de ese tal Romancero Gitano, el poeta cuyo nombre figuraba en las listas negras del país. El de todos y el de nadie, el que ama por encima de todo su tierra y se resiste a huir de ella. Y bajo la piel de Avelino Piedad, el marqués, uno de los grandes del 27, el de las letras de copla, el enamorado, resiliente y vulnerable Rafael de León.

Una obra que rebosa talento, que empapa hasta la médula, que deja la estela de un público en pie que aplaude el arte de antaño. Y el de ahora. Una de esas que te enseñan lo valioso que es pertenecer a un lugar, y lo difícil que es estar en tierra de nadie, porque como decía la Piquer:Entre vivas y entre olés por España se brindó”. 

Imaginémonos ese encuentro en el que Concha Piquer pregunta: “Y, ¿ha merecido la pena conocerme?”, a lo que el poeta Lorca responde: “Más de lo que a mi vanidad le permite admitir”. 

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Billy Elliot, El Musical: cuando la lucha por un sueño sube a escena

A estas alturas de la película, y nunca mejor dicho, quedarán pocas personas que no hayan visto Billy Elliot. La entrañable historia del chico que quería ser bailarín es uno de los clásicos que no pueden faltar en tu lista de películas pendientes. Estrenada en la gran pantalla en 2000, no fue hasta cinco años más tarde cuando dio el salto a los escenarios. Concretamente, el Victoria Palace Theatre acogió al pequeño Billy y su mundo en el West End londinense. Más de una década después, esta producción ha llegado a Madrid. El Teatro Nuevo Alcalá es el lugar elegido para albergar el musical que promete ser el bombazo de la cartelera teatral de la capital.

Billy puede parecer un simple adolescente con ilusiones, como todos. La diferencia es que su sueño rompe con lo establecido y, por ende, tiene que enfrentarse al juicio de su familia y la sociedad en la que vive. La historia se sitúa en una época convulsa para la sociedad de Reino Unido. Los recortes del gobierno de Margaret Thatcher azotan el país y, sobre todo, al sector minero. El padre y el hermano de Billy son trabajadores en la mina, por lo que la situación golpeará de lleno a la familia. Dentro de este contexto, los más pequeños siguen con sus vidas aparentemente ajenos a las circunstancias. Billy es uno de ellos. Obligado por su padre a practicar boxeo, un día el destino parece darle un giro a su vida y acaba en la clase de ballet con las niñas de su vecindario.

 

Desde ese momento, ante la insistencia de la señora Wilkinson y a espaldas de su familia, comenzará a asistir a las clases de baile asiduamente. El talento de Billy sale a la luz desde el principio, provocado la envidia de sus compañeras. Ante eso, la señora Wilkinson decide formar al joven bailarín para que llegue lejos. La energía e ilusión de Billy contrastan con la situación cada vez más difícil que viven su padre y el resto de mineros. Su historia nos inspira y nos alienta a perseguir nuestros sueños, superando todos los obstáculos del camino. Nos enseña que si creemos en nosotros y hacemos las cosas que nos apasionan podemos llegar muy lejos.

Nada tiene que envidiar a Broadway el gran espectáculo que el equipo de Billy Elliot, El Musical nos ha hecho disfrutar desde el primer segundo. El conjunto de niños y mayores hizo vibrar cada rincón del Teatro Nuevo Alcalá, arrancando los gritos, los aplausos y las risas del público en cada escena. Y, por qué no decirlo, alguna lágrima también. El musical mantiene la esencia original de la película: el ambiente lúgubre de la ciudad minera, la lucha de la clase obrera o los prejuicios hacia lo diferente. Sin embargo, los creadores de esta pieza han querido darle un valor añadido a la historia: el humor. Han conseguido integrarlo de tal manera que en algunos momentos no sabes si estás llorando de risa o de pena.

Los miembros del elenco clavan su papel en cada coreografía, con unos montajes vibrantes y precisos. Nuestro Billy fue Miguel Millán, pura ternura y talento llenaron el escenario durante toda la función. Voz, energía y técnica podrían definir de forma precisa su actuación. En el papel de Michael tuvimos la suerte de disfrutar de la interpretación del pequeño Diego Poch que, con su sorprendente desparpajo, se metió a los presentes en el bolsillo en cuanto pisó el escenario. La espectacular escenografía está cuidada hasta el más mínimo detalle, los decorados dignos de cualquier gran producción de Broadway y la música en directo aportan valor añadido a la obra. La labor de los músicos y el director de la orquesta fue enormemente aplaudida por todos los que nos encontrábamos en el teatro.

Estas son algunas de las razones por las que creemos (y sabemos) que Billy Elliot va a ser el estreno musical del año. No dejes que te lo cuenten y compra ya tu entrada aquí.

Dónde: Teatro Nuevo Alcalá (Calle de Jorge Juan, 62).

Cuándo: De martes a domingo desde el 5 de octubre de 2017.

Cuánto: desde 24 euros.

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Orquesta Benidorm: el tipismo español llevado a escena

«La vida es una cebolla». Esta es la frase más repetida en la sala Lola Membrives del Teatro Lara durante la representación de Orquesta Benidorm. Una frase sin sentido, da sentido a toda la obra. Los acontecimientos se suceden entre el escenario y el backstage, donde se muestran las dos caras de la vida de la familia Mesa. Sobre las tablas, los focos y la música enmascaran las luchas personales y fraternales de los cuatro hermanos. Los cuatro hijos de Paulino Mesa, ganador del Festival de la Canción de Benidorm del 75. Cuando Paulino desaparece, las rencillas familiares comenzarán a salir a flote. Los hermanos Mesa, cada uno de una madre, representan el tipismo español en una sola actuación de la orquesta.

Como en las mejores familias, las peleas entre hermanos, el legado familiar, los secretos, las expectativas paternales, las apariencias, están latentes en la vida de los Mesa. Todo esto llevado a lo grotesco y lo estrambótico se concentra escena a escena en Orquesta Benidorm.

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Julio Vargas y Paco Mora llevan la batuta de este espectáculo y, junto a Marta Escurín e Isabel Arena, interpretan a esta esperpéntica familia en Orquesta Benidorm. Aunque el texto es obra de Julio Vargas, él mismo reconoce que se trata de «un guión conjunto, en el que cada uno ha aportado sus historias personales». Este modus operandi ha supuesto un esfuerzo extra para los actores. «Ha sido una locura, pero después de un año aquí está el resultado», admiten los artistas.

Mea Vulva, Mea Máxima Vulva es la compañía de teatro que crearon Vargas y Mora, la cual fue inaugurada con la obra Siamesas, la historia de dos hermanas del mundo circense. Otra obra emblemática de la compañía, que además tiene muchas similitudes con Orquesta Benidorm, es España, circo de variedades. En definitiva, la esencia de esta gran pequeña compañía son los personajes caricaturizados, que salen a escena y se enfrentan al público con un objetivo: quitarse la máscara y mostrar sus miserias. Para los actores, la conexión con el público es fundamental. Por este motivo, en Orquesta Benidorm se ve una constante provocación al público, ya que «sin el espectador, la representación no sería posible».

Si tienes ganas de disfrutar de un teatro cercano, divertido y transgresor, Orquesta Benidorm no te defraudará. Te prometemos que no podrás evitar participar de la fiesta que estos cuatro actores vienen a ofrecerte pero, para entenderlo, deberás descubrirlo tú mismo. ¿Cómo? Tienes una cita todos los miércoles hasta el 9 de noviembre en el Teatro Lara.

Más información y entradas aquí.