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Lavar, marcar y enterrar, o el multiverso pop criminal

¿Qué pasaría si metes en una coctelera – con brilli brilli, por supuesto – a Andy Warhol, a Pedro Almodóvar, a Agatha Christie y a Arantxa Castilla – La Mancha?

Tras seis años en cartel, más de 20.000 espectadores y ser candidata al premio Max Autor Revelación en 2015, la trilogía de nuestra peluquera en serie favorita surge de nuevo…, pero esta vez en formato musical. “Lavar, Marcar y Enterrar, el musical” es una comedia divertida y disparatada donde brillan las pelucas, los tintes, los peinados imposibles y ¡hasta tres extrañas criaturas!

¿Cuáles son sus historias? ¿Qué secretos esconde la peluquera de “Cortacabeza”? ¿Estarás en disposición para abrir sus puertas y convertirte en cómplice (y fan incondicional) de sus extravagancias?

 

Tras mucho esfuerzo, nuestra protagonista consigue cumplir su sueño: abrir una peluquería en la que desatar toda su creatividad, acompañada siempre de su fiel (y mal pagado) ayudante. Sin embargo, hay ciertas personas empeñadas en truncar su sueño hecho realidad. Y, por supuesto, luchará con secador y laca Nelly para no dejarse pisar por nadie.

Nacida como una versión del texto original de Juanma Pina gracias a José Masegosa, el musical, completamente renovado, se tiñe – nunca mejor dicho – de un aire burlesque, cabaretero y pop, con canciones y diálogos con mucho ritmo (yeyé) y unos personajes a cada cual más estrambótico, gracioso y pintoresco. A través de canciones divertidas, algunas veces escatológicas, y escenas que se mueven perfectamente hiladas entre el terror, la más pura cotidianeidad y el cachondeo, se introduce al espectador en la historia de la propia peluquería que, realmente, es la protagonista. Y, aunque pueda parecer algo vano, este musical va más allá de coreografías, pelucas, decoración vintage y la historia cómica de dos atracadoras muy bien peinadas, pero algo torpes para con su misión. El musical nos habla de temas tan interesantes como el Orgullo Friki, la liberación de la personalidad, el rechazo profundo a la normalidad, el culto al universo pop (al que los raros le debemos darnos un hueco en la sociedad, muchos referentes y combatir el sentimiento de individualidad) y, por supuesto, la lucha por cumplir los sueños.

 

Si Alaska creó la funcionaria asesina en el 86, ¿por qué no esperar lo mismo de una peluquera? ¿Por qué no añadir a la fórmula esa especie de electroduendes y conformar así un multiverso pop criminal?

 

El musical refleja la historia de la peluquería y de los personajes que allí habitan, transcurriendo por el pasado, presente y futuro de manera indiscriminada, pero siempre con la comedia como centro y sin hacer perder el punto de referencia al espectador. Quizá, lo que menos me ha gustado es que, al principio, parece que el ambiente del musical atrapa y ahoga demasiado rápido al espectador y cabe preguntarse “¿pero qué pasa? ¿Qué invento es esto?”, pero transcurridas un par de escenas, el espectador se adentra completamente en la obra y su esencia. Lo que más he disfrutado es que todo el elenco de intérpretes parece manejar perfectamente la vis cómica de la obra, crear un ambiente propicio para las risas y dejarse llevar por la absurdez y las coreografías.

 

 

Con una puesta en escena innovadora y un halo de misterio sobre las criaturas terroríficas que habitan la peluquería que se va desvelando según avanza la obra, “Lavar, Marcar y Enterrar, el musical” nace como el plan perfecto para pasar una tarde de risa, entre otras cosas, gracias al talento de los intérpretes, las letras de las canciones y los diálogos cómicos que surgen entre los personajes. Nadie ajeno al disparate y al escape de la rutina diaria debería perderse esta comedia que destila talento. 

 

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‘Cabezas de cartel’ o cómo reflexionar sobre la industria teatral con tanto arte

Celia Nadal y Javier Manzanera, la pareja de cómicos en la Sala Lola Membrives del Teatro Lara

¿Cuál es el fin último del teatro? Históricamente, el teatro siempre ha sido ese espejo en el que se reflejaba y, por consecuencia, se cuestionaba la vida humana. Establece, casi de forma determinante el bien y el mal en lo que al ser humano y a su vida se refiere. Sin embargo, ¿quién cuestiona al propio teatro? ¿Se cuestionan los del gremio a sí mismos? ¿Son coherentes? Y, ¿consecuentes?

Cabezas de cartel es más contenido que continente. El caos en su sentido más amplio como hilo conductor de todo un recorrido por el proceso creativo que supone producir una representación teatral desde cero. La que promete ser toda una crítica a la propia industria nos adentra en el ensayo de ‘Cimarrón, una obra que trata de romper con lo establecido y estampar su propio sello en una reflexión que pone sobre la mesa aspectos que puede que todos piensen, pero que solo unos pocos valientes son capaces de verbalizar y subir a un escenario.

¿Hacia dónde se encamina el teatro de hoy? Levantarse contra lo que nos es impuesto y asumir que, ser conocido o famoso no es ser artista. El artista es el que interpreta, pero sobre todo el que transmite. ¿Y el arte? El arte es la capacidad de crear, y estos dos en escena han creado. Y mucho.

Celia Nadal y Javier Manzanera quieren elegir de qué arrepentirse, y deciden no hacerlo nunca de no haber perseguido su verdadera pasión. Ella es un ataque de expresividad y energía constante, la parte más racional de la historia con unas aspiraciones que bailan entre la pasión, el beneficio e incluso la supervivencia. Él, por el contrario, se muestra como revolucionario y cómodo a la hora de nadar a contracorriente. Fiel, ante todo, a unos ideales que abogan por no venderse nunca a “esa industria” qué tantas páginas ocupa en su obra, y tantos quebraderos de cabeza le ha producido. Ambos, cercanos, queridos, pasionarios y enfrentados en una dicotomía que, muy a nuestro pesar, se presenta en numerosos aspectos y situaciones de la vida, y que no es otra que: ¿razón o corazón?

 

Deciden poner las circunstancias a su favor y, ¿qué mejor manera de hablar de teatro que en el propio teatro? Puede que muchos piensen que esto no va a interesar a nadie, pero las butacas se llenan y su público aplaude, se ríe y rinde ante la maestría de este dúo sobre el escenario.

Cabezas de cartel es la historia de unos valientes que deciden romper con lo establecido y apostar por cuestionarlo todo. Incluso a sí mismos. Unos personajes que bailan con lo que es y no es el teatro, que disfrutan entre contradicciones, misterios, certezas y asumen lo bonito y difícil que es ponerle límites al arte. Apuestan por lo suyo y se emocionan al defenderlo. Se ven así mismos en el espejo y, por supuesto, se gustan. 

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Una boda y muchos trapos sucios en ‘La madre que me parió’

Una comedia sobre las relaciones entre madres e hijas

Hay quien, al tratar de escribir una buena obra de teatro, busca la sucesión constante de una carcajada tras otra como único objetivo, fin y final. Sin embargo y frente a lo que muchos creen tener como certeza, la verdadera comedia no es aquella que te hace reír mucho o muy fuerte y de manera descontrolada, también es la que te hace sonreír.

Esto es muy fácil. Para cualquiera con un mínimo de ingenio arrancarnos una risa impetuosa y ruidosa es muy sencillo. Una tarea de coser y cantar. Un mal chiste, una caída ridícula o un comentario hábil son muchas veces suficiente pero, ¿qué es de quién consigue mantener a alguien con una sonrisa durante un tiempo? No se trata de provocar una tímida risa con fecha de vencimiento en los dos o tres segundos posteriores, se trata de ser capaz de mantenerla. De principio a fin.

Arthur Miller solía decir que “el teatro es tan infinitamente fascinante, porque es muy accidental, tanto como la vida”. Esta frase del dramaturgo cobra sentido en numerosas historias y en la vida de no solo muchos personajes, también en la de muchas personas. Pero… ¿y en La madre que me parió? ¿No lo hace acaso más que nunca? 

Mujeres divorciadas, mujeres sumisas a cargo de sus maridos, mujeres valientes, madres que necesitan ser reconocidas y queridas pero, sobre todo: mujeres empoderadas. Todas ellas capaces de coexistir formando una simbiosis perfecta.  Mujeres que, al fin y al cabo, nos enseñan que la maternidad es una opción, hasta qué punto puede llevarnos el autoengaño, las consecuencias de una mala decisión o lo dependientes que podemos llegar a ser sin darnos cuenta. Y es ahí donde está el quid de la cuestión, en el mismo quid pro quo al que, indudablemente, se enfrentan madres e hijas generación tras generación. 

Los años pasan y no perdonan y el “te lo dije” de una madre tampoco. Hijas con derecho a equivocarse y madres que tratan de no volver a ver repetidos sus mismos errores. Un camino que de la mano del humor es mucho más divertido. Y menos doloroso.

La veteranía dentro y fuera del escenario precede a las madres: Marisol Ayuso, Aurora Sánchez y a Juana Cordero quienes deslumbran y hacen deslumbrar en el escenario. Unas hijas que, encarnadas por las maravillosas Alicia Garau, Ana Villa, Eva Higueras y Sara Vega no hacen otra cosa que demostrarnos que distintas generaciones son capaces, frente a todo pronóstico, de convivir sin matarse. Así lo han hecho toda la vida. Y así lo harán.

Fue también Arthur Miller quien afirmó que “El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma.” Y qué cierto es esto. ¿Qué es la comedia sino una manera sana de enfrentarnos a la realidad? ¿Qué es lo que nos asusta? ¿Y lo que nos enfada? O, ¿qué es lo que nos parece injusto? A veces, hacerse cargo de todo este crisol de sentimientos puede resultar muy doloroso.

¿No lloramos lo suficiente ya  por nuestras pérdidas? ¿No sentimos suficiente rabia por nuestras frustraciones? Los años no perdonan igual que no lo hace la vida pero, si nos reímos y sobre todo si sonreímos quizá todo nos parezca un poco mejor.

 

Por: Nara Juárez

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‘Viva la Pepa’: cómo sobrevivir a la fama y a la sociedad, y hacerlo con gracia

La nueva comedia protagonizada por Pepa Rus

En la vida siempre necesitamos alicientes. Ya sea una onza de chocolate, una hora (o varias) tomando algo con los amigos o una película con mantita. Necesitamos algo que nos sirva como meta para que acabemos rápido lo que sea que estemos haciendo, o viviendo. Pues bien: esa es Pepa.

Pepa es ese alguien que te da energía positiva, aun viviendo algo que dista mucho de ser así. Es la simpatía en la que te centras para llegar a la meta. Y es que ella es, simplemente, pura luz.

Pepa Rus es Pepa, la única madre soltera de dos gemelas de Melilla que tiene la positividad y la alegría de quien no tiene nada más. Un día, sin embargo, todo cambia cuando rescata a un águila en peligro de extinción y se convierte en toda una estrella. Periodistas, políticos,  medios de todo el mundo e incluso la realeza quieren tenerla al lado… hasta que acaban olvidándose de ella, y ninguna de las promesas sobre mejorar su vida y la de sus hijos se cumplen. Eso sí, antes de que su popularidad desaparezca por completo, Pepa tiene un plan: convertirse en la alcaldesa de Melilla y ayudar a sus habitantes.

“¡Viva la Pepa!”, dijo Pepa Rus nada más pisar el escenario con un chándal gris y un carrito de bebé de dos plazas. Nos encontrábamos en el Teatro Lara, en una calle paralela a la Gran Vía, resguardada de los flashes de turistas dirigidos al edificio de Schweppes. Y dentro del teatro, de esa fachada que te pide entrar y disfrutar de su entrada con cristales y columnas de época, está la sala Lola Membrives. Se trata de una pequeña estancia a la que entras bajando por unas escaleras, como quien descubre un tesoro en el sótano de su casa. Está formada por un escenario en el centro y filas de sillas rodeándolo, y a los tres elementos en los que nos centraremos los siguientes 65 minutos: un carrito de bebé, un versátil bloque gris y la indiscutible Pepa (la Chimpa). Fue aquí donde varias personas respondieron a Pepa Rus con un “¡Viva!”.

“Me va a gustar”, pensé justo después de esta primera intervención. Y no me equivocaba.

Creada por Juan Luis Iborra y Sonia Gómez, esta historia nos presenta la realidad en su más absoluta crudeza. Nos habla de pobreza, del proceso de ascenso y descenso de la fama, y de una sociedad actual en la que las prioridades están difusas. Y sin embargo, no hay un solo momento en el que no lo pases bien. Ya sea por el desparpajo de Pepa o por su ingenua naturalidad, lo cierto es que te roba el corazón (y la risa) desde el principio, y te dura hasta el final. Dirigida por Juan Luis Iborra, la obra nos habla de la realidad, sí, pero no se recrea en esas verdades amargas, sino en cómo solucionarlas. O, al menos, en aceptarlas con gracia.

Pepa hace ayuno intermitente involuntario y vive bajo la pobreza en recursos de todo tipo y condición. “Aunque riqueza en el alma”, como nos cuenta que le dijo un día Vicenta, heladera y su mejor amiga. “Pero el alma no alimenta”, le respondía nuestra protagonista a su vez. Y es que es una historia de realidad. De estar arriba, abajo y de levantarse para intentar llegar a un estado vital intermedio. Y aun así, a pesar de contarnos algo tan crudo, si te lo dice Pepa, nuestra protagonista de Melilla, todo cobra un significado y una filosofía distintos.

Con una rapidez de pensamiento increíble, el espectador presencia la vida de la protagonista de una manera tan ágil que ni siquiera te hace consciente de que está pasando el tiempo. Un tiempo marcado por una iluminación distinta ideada por Juanjo Llorens que, junto a la escenografía de Eduardo Moreno, ayuda al público a dividir el tiempo inconscientemente.

Y gracias a Pepa Rus, porque Pepa no sería Pepa si no fuera por ella. El monólogo dura más de una hora, y el público no se cansa de verla en ningún momento. Y ella parece que tampoco. Se mueve por el escenario y se queda quieta; nos hace reír y nos deja pensando sobre algún comentario supuestamente ligero pero lleno de significado al que le das vueltas al salir de la obra. Haga lo que haga, se mete al público en el bolsillo desde el principio. Y nosotros lo aceptamos de buen gusto, porque sería antinatural no dejarla hacerlo.

No tengo nociones de interpretación, tengo que admitirlo, así que no sé cuánta validez puede tener mi opinión, pero memorizar más de una hora de monólogo tiene que ser complicado, y mucho. Y hacerlo con gracia, aún más. Pero ahí está Pepa Rus, con la voz clara con cada línea y haciéndonos sentir cada palabra. Nos convierte en sus confidentes y nos deja con las ganas de tener su número de teléfono, burofax o e-mail para seguir hablando con ella de la vida.

Nos habla como amigos, como quien queda con su grupo de la infancia a actualizarse la vida desde hace tiempo. Interactúa con las filas de sillas, haciéndonos partícipes sin ser protagonistas. Nos hace parte de su historia y, por tanto, de su vida.

Una vida que pudo haberse convertido en un juguete roto, pero que no llega a serlo gracias a la candidatura a unas elecciones a la alcaldía de Melilla. ¿La razón? Ayudar a los demás y evitar que sus vecinos se quemen por el sol y tengan los dientes mal alineados.

Viva la Pepa, sí, y vivan todas las Pepas que salvan águilas todos los días y de las que nadie se da cuenta.

 

Por: Marina Carrasco

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Crónica de Lavar, Marcar y Enterrar: cómo fuimos secuestrados durante hora y media en el Lara

En las profundidades del Teatro Lara nos encontramos con una pequeña joya de la comedia. Y es que Lavar, Marcar y Enterrar ya se ha convertido en un must de la sala Lola Membrives y tras 6 temporadas en cartel esta delirante historia de balas, calaveras y pelucas no ha perdido ni un ápice de frescura. Escrita y dirigida por JuanMa Pina, LME consigue mantener cautivos durante hora y media no solo a sus protagonistas sino a todo el público que decide visitar esta peluquería ubicada en pleno corazón del popular barrio de Malasaña. Lo que en un principio comienza con un secuestro (y, de paso, un argumento) sencillo y lineal, desemboca en una maraña de enredos que romperá con todas las reglas espacio-temporales.

El argumento, ya de entrada, promete: dos frustrados aspirantes a policía secuestran a la dueña de una peluquería y a su poco convencional ayudante, con un claro objetivo, hacer un butrón en el sótano de su peluquería para poder acceder al local contiguo en el que se oculta 120.000 euros. Un plan sencillo y, aparentemente, sin puntos débiles que llevará a todos los protagonistas a desenterrar oscuros secretos del pasado y algún que otra sorpresa indeseada.

A lo largo de esta larga noche de cautiverio en la peluquería CortaCabeza, estos dos torpes ladrones pronto descubrirán que en el sótano no solo moran trastos viejos y que para poder hacerse con el suculento botín tendrán, más que aliarse y repartirse el dinero, tratar de confiar en sus dos misteriosos rehenes. Una cuestión de confianza en donde nada es lo que parece y que irá minando la relación de todos ellos hasta desenterrar un pasado que permaneció inmóvil durante años.

Sus protagonistas, Olga Hueso, Mario Alberto Díez, Juan Caballero y Rebeca Plaza, saben perfectamente cómo hacerse con una Lola Membrives reconvertida en una verdadera peluquería, y así lo demuestran cada fin de semana sirviéndose de todos los espacios disponibles del off de este teatro centenario. Pero la obra no solo toma para sí de forma magistral toda la sala, sino que también se hace con la esencia del barrio de Malasaña. La privilegiada localización del teatro hace que el espectador, sin saberlo, acuda a ver la función empapado del ambiente que las calles del popular barrio madrileño.

Con una estética al más puro estilo almodoveresco y una narrativa claramente cinematográfica repleta de flashbacksPina relata de forma magistral cómo Malasaña ha pasado de ser el hogar de maleantes y drogadictos a ser uno de los barrios de moda de la ciudad. A través de la mirada de la dueña, el autor, nos muestra cómo, contra todo pronóstico, la peluquería CortaCabeza y su luchadora propietaria consiguieron sobrevivir a la gentrificación forzada que ha asolado las zonas con más carácter de Madrid.

Un proyecto de teatro en serie que ha desembocado en una trilogía capilar sobre el secuestro. Y es que esta historia sobre una peluquera en serie da para rato, tanto que se ha materializado en un proyecto innovador dentro de la cartelera madrileña: una trilogía teatral compuesta por No hay mejor defensa que un tinte, Rulos, el origen y la semilla de todo, Lavar, Marcar y Enterrar. Una trilogía compuesta por diversos relatos que, a priori diferentes, encajan a la perfección, revelando el talento de JuanMa Pina para hilar situaciones disparatadas sin ningún tipo de fisuras.

Dónde: Sala Lola Membrives del Teatro Lara

Cuándo: Todos los viernes a las 22.15 y sábados a las 21:15 horas

Cuánto:  Desde 16 euros

Puedes consultar aquí todas las entradas disponibles

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‘Los 100 hijos del presidente’, todos los jueves en Teatro Lara de Madrid

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Con guión y dirección del gran dramaturgo JuanMa Pina, la obra se estrenó el pasado 25 de septiembre en Teatro Lara de Madrid, donde va a permanecer en cartel hasta el 6 de noviembre. Las entradas Los 100 hijos del presidente ya están a la venta en Taquilla.com.

 

En esta obra, México se convierte en el punto que tienen común Verónica, psicóloga de uno de los mejores centros de fertilidad de Madrid, Jorge, un donante de semen de calidad Platinuim, Niko, un enfermero que odia a la humanidad, Paula, una esteticién con pasado difícil y ganas de perdonar, y Lupita Venganza, una anciana obsesionada con la lucha libre.

 

Verónica, que tiene tendencias al sado, decide mejorar su plan de jubilación sin tener en cuenta los aspectos legales. Para ello su ayudante, Niko, quien tiene un peligroso gusto por Wagner, y Jorge le echan una mano. Paula se ve obligada a entrar en el grupo el día anterior de que se ejecute la operación. Finalmente, Lupita será la única que pueda convertirse en un peligro para el grupo.

 

Esta es la trama a partir de la cual se desarrolla ‘Los 100 hijos del presidente’, una obra protagonizada por un elenco de actores que lo conforman Mario Alberto Díez, Alex Larumbe, Victor Mora y Aixa Villagrán.

 

Todos los jueves hasta mediados de noviembre en Teatro Lara de Madrid. ¡No te pierdas esta gran comedia que dice ser clínica, farmacéutica, psicológica y espermetozoica!

 

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‘Smiley, una història d´amor’ todos los fines de semana en el Teatro Lara

 

Tras haber cosechado un éxito que ha sobrepasado las fronteras nacionales, la comedia romántica ‘Smiley, una història d´amor’ llega al Teatro Lara de Madrid, donde permanecerá todos los fines de semana desde su estreno, el 20 de septiembre, hasta finales de año. Con esta divertida y emotiva obra, Guillem Clua ha debutado como director escénico.

 

La historia de ‘Smiley’ tiene puntos en común con una leyenda japonesa que contaba que cuando dos personas estaban destinadas a estar juntas, un hilo rojo e invisible las unía desde el día en que nacían, atándolas para siempre por muy lejos que estén.

 

A Alex y Bruno les pasa exactamente lo mismo. Sus personalidades son incompatibles, pero tienen dos cosas en común: son hombres y están enamorados. Alex acaba de sufrir un desengaño amoroso: se había ilusionado con una persona que de repente desapareció del mapa. Bruno jamás se fijaría en un chico como Alex, pero tiene con el una cita que se acaba convirtiendo en un evento que cambiará sus vidas para siempre.

 

A través de la relación de Alex y Bruno, ‘Smiley’ habla sobre las relaciones humanas, sobre cómo éstas han cambiado con la llegada de las nuevas tecnologías y los smatphones, sobre las contradicciones afectivas dentro de la comunidad gay, sobre los miedos que pueden acechar cuando te enamoras… ‘Smiley’ hará reír y llorar.

 

El elenco de tan exitosa comedia romántica, que ya ha sido traducida al castellaño, al inglés y al griego, está conformado por Ramón Pujol y por Aitor Merino. Las entradas para ‘Smiley, una història d´amor’ están a la venta en Taquilla.com.

 

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Tercera temporada de Burundanga en Teatro Lara de Madrid

 

Un tema trágico como el terrorismo y que tristemente afecta a bastas cantidades de personas… y hecho comedia. Se trata de «Burundanga. El final de una banda», una obra de teatro del dramaturgo Jordi Garcelán dirigida por Gabriel Olivares, que se estrenó en 2011 y que mantiene el éxito tan arrollador como si de las primeras semanas se tratase.

 

A simple vista, la obra puede parecer una comedia romántica que cuenta la historia de una pareja que sólo quiere ser feliz, pero poco a poco se descubre que el final de ETA, una herida de la sociedad española que nadie antes se había atrevido a tratar de este modo, es temática clave en esta pieza teatral.

 

Berta se ha quedado embarazada de su novio Manel, pero no se ha atrevido a decírselo porque ni siquiera sabe si la quiere. La solución se la da su amiga y compañera de piso, Silvia, quien le propone que le suministre cierta cantidad de burundanga, una droga que hace perder la voluntad y que provoca la más profunda sinceridad. Berta, convencida, le da a su novio esta sustancia y descubre no solo que sí la quiere, sino también que forma parte de la banda ETA.

 

Mar Abascal, Eloy Arenas, Bart Santana, Mar del Hoyo y Fran Nortes son los actores que se encargan de dar vida a esta obra de teatro que se encuentra en su tercera temporada y que ya ha tenido más de 250.000 espectadores, quizá porque Garcelán ha cumplido con su objetivo de no ofender a nadie y de entretener al público de la manera más exitosa y entretenida.

 

Burundanga. El fin de una banda, permanecerá en la cartelera del Teatro Lara de Madrid hasta, al menos, marzo del próximo año, en varias sesiones de martes a domingo. Taquilla.com tiene a la venta de entradas para Burundanga.


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‘Taitantos’: Todos los fines de semana en el Teatro Lara

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El Teatro Lara de Madrid acoge desde julio y durante todos los fines de semana la comedia ‘Taitantos’. La nueva comedia de los productores de ‘Closer‘, ‘Elling‘ y ‘Días de vino y rosas‘, dirigida por Coté Soler y protagonizada por Nuria González (‘Manos a la obra‘, ‘Los Serrano‘, ‘Física o química‘). La obra sólo puede verse en el teatro madrileño durante los viernes (22.00 horas), sábados (23.00 horas) y domingos (21.00 horas).

Esta comedia gira entorno a una pregunta: «¿No es un poco absurdo que nos pasemos toda la vida peleándonos contra el tiempo?». Tratando de acelerarlo, frenarlo, adelantarlo, atrasarlo… Nuestros hijos queriendo llegar cuanto antes a los 20 años y los descerebrados de sus padres queriendo volver a tenerlos…

‘Taitantos’ es una comedia con la que divertirse en Madrid durante las noches de los fines de semana de los meses de verano. Una buena opción de ocio cuyas entradas para ver ‘Taitantos’ puedes comprar a través de Taquilla.com.