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Luces, cámara y acción: ¡viva el cine español!

INT – SALA DEL CINE DORÉ, MADRID – TARDE

Se ve una sala grande y bonita. Impacta: los colores intensos del rojo de las butacas con techos pintados en azul provocan en el espectador un tímido latido. El tiempo parece detenerse. El piano, aunque tapado, rememora viejas épocas, pero no hay espacio para la melancolía ni la degradación que provoca el tiempo en la memoria de los españoles, siempre tan azotados por el pasado que se volvieron olvidadizos. El Cine Doré, con la esencia de siempre acoge lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo contemporáneo: alguna de Marilyn Monroe, otra de Concha Velasco y mañana una presentación en la cafetería. El Doré, como las buenas películas, se mantiene intacto, con gusto y vitalidad. ¿Será que también él se impregna de la magia del cine?

Entro en mi habitación y observo en la pared las claquetas ancladas. En ellas se pueden leer hasta treinta y tres autógrafos: Julieta Serrano, Pedro Almodóvar, José Sacristán, Lola Herrera, Fernando Trueba, Julia Gutiérrez Caba o Antonio Banderas, entre otros. Al otro lado, visten la pared un grabado de Cocteau y la colección de programas de mano de películas de Sara Montiel. 

 

El cine me lleva acompañando prácticamente desde que nací. En mis recuerdos de infancia, aparecen las famosas películas de Disney; en mi adolescencia, sobre todo, las chicas almodóvar que tanta compañía me dieron y; en mi juventud… ¡Cuántas tardes en la Filmoteca Española!

 

Aunque denostado por cierta parte de la población, no podemos negar que el cine español ha conseguido un hueco internacional, que ha contribuido a ensalzar la marca España más allá de nuestras fronteras y que algunas personas del panorama patrio se han convertido en Historia del Cine. Desde Conchita Montenegro y Saritísima, las pioneras en conquistar Hollywood, hasta Ana Mariscal (no sin polémica por su aparición en “Raza”), hoy considerada una de las mejores directoras a nivel europeo del siglo XX, haciendo escala en el Landismo como filosofía vital o el ataque de nervios como estado permanente (eso sí, con estética pop y mucho maquillaje). Sin olvidarnos tampoco de nombres de reputación como Luis Buñuel, Mario Camus, Carlos Saura o Pilar Miró, pionera del sector audiovisual en España o directores actuales de la talla de Isabel Coixet o Alejandro Amenábar. ¡Todo un paseo de la fama con una retahíla enorme de nombres!

Aquel “Pedrooooooo” de Penélope Cruz en la gala de los Oscars del 2000. El “Do you want to fight with…” que espetó Sara Montiel a Gary Cooper, pronunciando “fight” como “fuck” y la respuesta de este bien sonada: “Of course, Sarita”. Berlanga como fetichista confeso, la tristeza que escondían los ojos de Gracita Morales, la volcánica Amparo Rivelles que siempre hizo lo que quiso o el “váyase usted a la mierda. ¡A la mierda!” a un fan de un Fernando Fernán Gómez con la misma cantidad de talento que de carácter. Más allá de escenas, planos, diálogos, historias o premios, el cine español nos ha regalado momentos auténticos y memorables.

La primera proyección pública en España data de 1896 en Madrid y fue a cargo, cómo no, de un operador de cámara de los hermanos Lumière, Alexandre Promio, pionero de la cinematografía. Para 1897 se rodó “Riña en un café” del director catalán Gelabert, considerada la primera película española con argumento, pues anteriormente se habían grabado escenas breves cotidianas de carácter documental. Eso sí, no podemos obviar que esta película dura apenas un minuto.  Ya entrados en el siglo XX, se suman a la lista nombres como Ricard de Baños, fundador de la productora Royal Films, que rodaba películas dirigidas claramente al rey Alfonso XIII (incluyendo películas de carácter pornográfico) y Segundo de Chomón, especializado en cine fantástico, revolucionario técnico y genio de los trucajes. Todos ellos convirtieron Barcelona en un epicentro del cine español durante dos décadas.

Tras la guerra civil y en la primera década de la dictadura franquista las alfombras rojas, cubiertas con algo de caspa – todo sea dicho –, las desfilaron personajes como Sáenz de Heredia, Juan de Orduña o Carlos Arévalo con un cine bélico, épico, histórico y de carácter nacionalista, ocupando las pantallas, sobre todo, Alfredo Mayo, quien se convertiría – orgulloso o no – en el héroe franquista. Hablamos de películas como “¡A mí la legión!”, “Harka” o “El Santuario no se rinde”, entre otras. En el otro bando, destaca Edgar Neville, una de las figuras más icónicas del cine español, no tanto por su filmografía, sino por su eterna curiosidad, las amistades internacionales y momentos estelares tales como su epitafio: “Aquí yace Edgar Neville, que al final se quedó en los huesos”, riéndose de la obesidad que le acompañó al final de su vida.

Un 6 de octubre de 1951 finalizaba el rodaje de la película “Esa pareja feliz”, escrita y dirigida por dos titanes de nuestro país: Berlanga y Bardem. Junto a ellos, en pantalla, Fernando Fernán Gómez, Elvira Quintillá y José Luis Ozores, incluyendo una aparición de Lola Gaos y Matías Prats, la famosa voz del NO-DO. No sería hasta 2021, en plena pandemia, cuando el Consejo de Ministros decidía concederle un día especial al cine español. ¿Y qué mejor opción?

Llegados los años 50 se produce un punto de inflexión: la creación del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), hoy conocido como la Escuela Oficial de Cine. El Instituto supuso la formación técnica y vocacional para aquellos jóvenes que después serían maestros y que originarían el llamado Nuevo Cine Español.

Bajo un ambiente reformador, se comprendió que el cine debería abordar temas sociales, ser más realista y cercano al público de masas y contar con mayor nivel intelectual. De todos aquellos alumnos que pasaron por la escuela, cabe destacar las tres primeras mujeres que se diplomaron: Josefina Molina​ y Cecilia Bartolomé en dirección y Pilar Miró en guion. Otro de los puntos clave fue, con la intención de dar una mejor imagen de España a nivel internacional, la creación del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el más longevo de España y uno de los más prestigiosos a nivel europeo. De hecho, acogió a un Roman Polanski que iniciaba su andadura, el estreno internacional de “Vértigo” o una Bette Davis retirada, sombra de lo que fue.

Con la muerte del dictador, España se sumaba en una ola de libertad y libertinaje a partes iguales; acabada la censura y habiendo inaugurado la democracia se abría un mundo de posibilidades creativas. Por un lado, aparecía el denominado “cine de destape” protagonizado por la pareja de cómicos Pajares y Esteso, por el otro, la Casa Costus se convertía en epicentro de la movida madrileña y, más allá, Eloy de la Iglesia ponía el foco en el cine quinqui, marca de la casa del director y guionista vasco. Para 1987 se inauguraban los Premios Goya, una edición muy lejana de la gala actual, por su corta duración y sin dejar espacio para discursos, números musicales o photocalls. 

Ya entrados en el siglo XXI, España cuenta con más de 70 festivales de cine, siendo Cataluña y Madrid las regiones estrella con festivales de referencia como el de Sitges o Festival de Cine de Madrid. En términos de datos, para 2022 se recuperó la situación pésima de la pandemia – en 2021, tuvimos el peor dato de facturación de lo que va de siglo –, llegando a los 82 millones de euros recaudados y un total de 705 películas exhibidas.

En cuanto a posicionamiento internacional, no podemos obviar a Carla Simón, ganadora del Oso de Oro de Berlín en 2022 con “Alcarràs”, sobre todo, teniendo en cuenta que hacía 40 años que España no se llevaba la estatuilla y que siempre la han ganado hombres. Desde aquel primer Oscar ganado por España en 1983 con “Volver a empezar” de Garci (sin olvidar que el primer español en ganarlo fue Buñuel, exiliado por la dictadura y francés de adopción), han llovido unas cuantas nominaciones y galardones: Almodóvar, Bardem, Amenábar, Trueba, Penélope Cruz…

Centrándonos en las mujeres, es grato reconocer que cada vez hay mayor representación en el cine español. Son las propias mujeres las que dan el salto a dirigir, montar, producir o escribir sus propias historias, dejando de lado aquellos papeles arcaicos en los que son meros objetos. Y es que para ser un país que siempre vive de las musas, resulta poco agradecido. En este sentido, cabe nombrar la labor de CIMA (asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales), quienes contribuyen y abogan por una representación plural, diversa y de calidad, haciendo hincapié en todos los niveles técnicos, artísticos, de representación y de producción. Además, rizando el rizo, este 2023 celebramos los centenarios de Ana Mariscal, Margarita Alexandre y Lola Flores (y José María Forqué).

Todo un año para conmemorar el cine español, su legado, su historia, sus anécdotas y sus personajes. Ahora sólo toca esperar al 10 de marzo de 2024 para ver si “La sociedad de la nieve” de Bayona se alza victoriosa en la categoría de Mejor Película Internacional en los Premios Oscar. Para finalizar, me despido con uno de mis diálogos fetiche, a ver si los cinéfilos saben reconocerlo:

 

 – Qué heavy eres, Juana

– Soy auténtica, señora.

 

Auténtico o no, aquí va mi homenaje para el cine español que sirvió como refugio, como salvador, maestro, mentor y distracción en una época en la que encontrarme a mí mismo fue obsesión, enfermiza, casi diría. Y desde luego no sería lo que soy si ciertas historias no me hubieran enseñado modelos de conducta u otras realidades. ¿La magia del cine? Confirmaría que es esa: mostrarte un camino o abrirte una ventana y al final poder decir «aquí es». Y aquí soy yo, en el cine y para el cine: un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo.

Fundido a negro.

Créditos: Alejandro Pérez con guion de Rafael Azcona, música de Alberto Iglesias, vestuario de Peris Costumes y dirección de Arantxa Echevarría.