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Cabaret : intensidad dramática y un burlesque edulcorado en el Teatro Rialto

Es imposible asomarse al cabaret más famoso de Berlín y conseguir salir ileso de la experiencia. Será por sus amables bailes sexualizados, por su historia con carácter o por el vestuario de fantasía que todo lo satura de satén: los problemas se quedan fuera del Kit Kat Klub. Vuelve el cabaret edulcorado para convertir el escenario en una fiesta exquisita y visual, coloridas cualidades que se verán contrarrestadas bajo la atmósfera de una amenaza ya histórica.

En el Teatro Rialto, Cabaret se enfrenta al reto de programar uno de los musicales más conocidos del mundo. Todo un símbolo del género que, además, ha sido representado en España hace una década. Sin embargo, su apuesta por un cabaret original y altanero no se amedrenta y supera con creces las expectativas generadas. La historia de siempre reinventada como nunca. Bienvenidos al Kit Kat Club, bienvenidos a la magia. Como dirían sus eternos habitantes: Willkomen.

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Amor y música en el Cabaret

Al Cabaret nos recibe un brillante Edu Soto. No es por aventurar casualidades, pero probablemente este reconocido actor estaba predestinado a interpretar a Emcee en algún momento de su carrera. Fresco, desafiante, pervertido y cómplice, se acomoda sin problema en ese limbo que lo sitúa entre la obra y el público. A lo largo de dos horas y media de espectáculo hace gala de una versatilidad y capacidad dramática que podrían llegar a colapsar a otros actores si Emcee no se mantuviera siempre en su frontera de maestro de ceremonias. Articulado, como una larguísima marioneta y al a vez impulsivo y descarado, Edu Soto guarda para el deleite del público un pequeño margen a la improvisación, y un intento constante de interactuar con una platea poco predispuesta a ello.

Esta producción de Cabaret es gasas, satenes, pedrería y mucho brillo. Una versión colorida que recupera el espíritu más jovial de estos míticos establecimientos (obviando el existencialismo, la irreverencia sexual más rompedora o la política), relegando las medias rotas de rejilla para tratar de reflejar fielmente parte del género de la revista.

Si acuden al Rialto prepárense para el teatro, el espectáculo y el amor. Pero, sobre todo, para la música. El reconocido universo sonoro de Cabaret es elevado a su máximo exponente de manos de una pequeña orquesta guiada por Raúl Patiño, que se mete de lleno en el Kit Kat Club para guiar con su armonía el mismísimo argumento. Saxos, violines, contrabajos y trompetas navegan en un swing perfecto, en un sonido brillante con el que podríamos olvidar perfectamente que la banda sonora está sonando en directo. Pero no será tan fácil: la presencia y sensibilidad de sus músicos les hace protagonistas. Solo unas mesas en la primera fila podrían haber mejorado la ilusión de encontrarnos en un verdadero local de variedades.

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Un cabaret intenso y trágico

Sin embargo, esta versión del espectáculo será recordada por encima de todo por su intensidad dramática y por el magistral manejo del contrapunto conceptual. Como público nunca abandonaremos completamente el Cabaret, pero viviremos en primera persona la crueldad de una realidad inevitable. El miedo. Esta versión de Cabaret juega en los límites del concepto de musical habitual, como bien nos ha contado la actriz Pepa Lucas. “Se puede decir que es casi una obra de teatro, porque las interpretaciones tienen mucho peso. No es un musical ligero. Mis compañeros son unas auténticas bestias actuando y eso dota a la obra de una gran intensidad”. Para muestra, su propia interpretación, en el que Pepa Lucas lleva con versatilidad y frescura la difícil responsabilidad de hacer de coqueta antagonista.

Lo que comienza a modo de incómodas pinceladas de intolerancia va creciendo en disonancias para ir emborronando la preciosa nube color pastel que había ibujado el Cabaret. Probablemente, el número de la marcha alemana supone uno de los momentos cumbres de antítesis emocional de la obra, la primera colisión entre la alegría de una rutina civil y la amenaza de la sombra nazi en el horizonte. Jaime Azpilicueta en su papel de director nos demuestra se puede sentir el miedo al totalitarismo sin verle más que las orejas.

Contribuye a esta aflicción la interpretación del elenco actoral. Enrique R. del Portal da vida al entrañable Schultz con tanto talento que costará desmarcarle de este personaje en futuras ocasiones. En todo momento hace gala de una completísima formación musical y vocal, con un dominio privilegiado de la voz que resta importancia al argumento. Junto a él Marta Ríbera, Víctor Díaz, Dani Muriel y Pepa Lucas van tejiendo un universo que atrapa. Dulcinea Juárez, alternante de Sally, nos ofreció aquella noche a una risueña protagonista vivaracha y pasional, que alcanza su momento álgido en un solo vocal de absoluto primer nivel musical e interpretativo.

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Aquí, el Cabaret es cabaret hasta el final. Las sonrisas permanecen en escena, y la lencería perdura como una ironía cruel sobre la realidad y los intentos de esquivarla.

La historia es de sobra conocida. Les aseguramos risas. Les prometemos una sexualidad ambigua y generosa, chistes que rozan el humor negro, frescura, desprecio, sensualidad. Pero también un final impactante. También un torrente intenso de emociones encontradas que fluyen sin filtro alguno. Porque Cabaret no es sólo una obra de teatro. Nunca lo ha sido. Es la Alemania nazi convertida en musical. Una manipulación perfecta de sentimientos encontrados, de adquirida culpabilidad. De encontrarse, al fin y al cabo, dentro de un Cabaret mientras el mundo se desmorona allá fuera. Saquen sus conclusiones.

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Arte, política y sexo: hablemos de cabaret

Fotos en blanco y negro, música de un piano ajado, chicas bailando cancán y muy poquitos complejos. Hablemos del cabaret musical. Desde siempre nos ha hipnotizado: su irreverencia, su transgresión, su sensualidad y desparpajo. Pero, ¿qué es exactamente? ¿Siempre ha sido como vemos hoy en día en escenarios y películas? ¿Los bailarines y el humor negro siempre estuvieron allí?

Aprovechando la ocasión, hemos venido a contártelo todo sobre el cabaret y sus inicios.

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“Desde mi ventana, la calle aparece profunda, solemne y sólida. […]. Todo el barrio es así: calles que conducen a calles con casas como cajas fuertes desvencijadas y atestadas de objetos de valor deslucidos y de muebles de segunda mano de una clase media arruinada .

Así, directo y decadente, comenzaba Christopher Isherwood su novela Goodbye To Berlin, aquella que acabaría dando forma al musical Cabaret. Egoísmo y miedo. Perversión y vidas desordenadas. Inspirada en un relato anterior del propio autor, Goodbye To Berlin nos presentaba el Kit Kat Club: un antro de diversión y libertinaje, que se escondía del Berlín de los viejos años 30. Una ciudad que auguraba el horror y la catástofre, y que, para sobrevivir a la represión, necesitaba distracciones.

La obra de Christopher Isherwood se ha adaptado en numerosas ocasiones, se convirtió en el musical más exitoso del género y encarnó una película varias veces versionada. Sin embargo, ¿qué hay detrás de su historia? ¿Qué se escondía en estos míticos locales? A día de hoy la palabra cabaret abarrota nuestras carteleras, pero ¿qué queda de ellos?

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Arte, música y política formaron el cabaret en su origen. A lo que hay que añadir una sexualidad exhuberante, abanderada por los intelectuales como síntoma de libertad. Eran locales de debate, desnudos y filosofía, que permitieron el desarrollo de importantes corrientes de vanguardia durante el siglo XIX. Surgieron al amparo de la Revolución Francesa, y crearían un nexo irrompible entre las bohemias parisina y berlinesa. Su antecedente, el café-concierto, fue una versión más amable, que dejaba el componente sexual fuera de su cartelera.

Es en 1889 cuando nace el primer cabaret musical: el famosísimo Chat Noir en la zona de Montmaitre. Entre callejones, mendigos y prostitutas se pudo, por primera vez, escapar de la normativa moral impuesta. Rápidamente, el Chat Noir en convirtió en un símbolo de vanguardia: nombres como Yvette Guilbert, Paul Signac, Debussy o Erik Satie se convirtieron en habituales. En sus actuaciones se instauró la subversión, mostrando un discurso político alternativo mediante un entretenimiento a priori intrascendente. Y esa es la magia de los cabarets que hoy nos sigue fascinando: la posibilidad de alzar un grito de libertad desde el arte y la sensualidad.

Al Chat Noir le seguirian otros nombres inolvidables como el mítico Moulin Rouge. Hay que recordar que los primeros cabarés no eran sólo vino, humor descarado y chicas con muy poca ropa: eran un refugio para charlar de innovaciones creativas. De este modo, los primeros cabarets también vieron nacer géneros como la chanson francesa o la teatral revista.

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Durante el siglo XX, Berlín sería el más fiel imitador del cabaret francés. Asimilaron su música, números teatrales y actitud revolucionaria, albergando la bohemia que nunca tendría cabida en las calles alemanas. Corrientes como el dadaísmo o el expresionismo salvaje le aportaron, además, una personalidad propia. Y así, con carácter alemán y espíritu transgresor, el cabaret parisino se convirtió en Kabarett.

Eran como un canto desesperado. El ambiente berlinés estaba marcado por la inestabilidad económica, el antisemitismo latente y el drama de más de un millón de parados. La población necesitaba huir al menos durante las noches. Así, el primer Kabarett vio la luz en 1901, siendo recibido con entusiasmo por la sección más jovial de los berlineses. Pronto ganó renombre, y empezó a ser denominado comoEl Arte menor, La Musa frívolaLa Musa de la Lengua Afilada. Otros locales, como el Überbrettl y Schall und Rauch también se hicieron famosos a medida que el escándalo que provocaban se extendía.

De este modo, entre el miedo y la necesidad de expresarse libremente, las décadas de los 20s y los 30s en Alemania al cabaret a su época dorada. La misma que refleja el conocido musical. Durante estos años creció y se internacionalizó, disfrazando el inconformismo de entretenimiento vacuo, multiplicando su esencia contestataria antes de que el ascenso de Hitler los condenara al olvido.

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Todos deberíamos ver el musical Cabaret al menos una vez en la vida. Porque el amor entre Sally Bowles y Cliff Bradshawen no sólo representa la ruptura de clichés: es un canto a la libertad. Su estética promiscua es un agresivo desafío a todo lo que simbolizó la alemania nazi: homofobia, antisemitismo y odio a la sexualidad liberada.

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El musical Cabaret vuelve a Madrid diez años después de su estreno

El mítico Kit Kat Club nunca ha cerrado del todo. Dirigido por Jaime Azpilicueta, este otoño vuelve a Madrid el musical más original y sugerente de Broadway: Cabaret. Canciones como Wilkommen, Maybe This Time o Money Money volverán a resonar en la capital diez años después de su estreno en España.

Desde el 1 de octubre estará en el Teatro Rialto de Gran Vía dispuesto a convertirse en el espectáculo de la temporada. No dejes pasar esta oportunidad y consigue ya tus entradas para Cabaret de Madrid en Taquilla.com.

Mucho ha llovido desde que la versión original de Cabaret se estrenase en Broadway en 1966. El contexto político ha cambiado, las personas también, incluso la manera de hacer música, pero la necesidad de evadirse de una dura realidad sigue siendo la misma. Es por ello que Cabaret siempre vuelve.

Regresa su inquietante maestro de ceremonias, la irreverencia desafiante de sus canciones y sus bailes descarados porque nunca pasarán de moda. El Berlín de los años 30 se hará con el Teatro Rialto de octubre a noviembre, para revivir una atmósfera opresiva en la que sólo las canciones del Kit Kat Club sonaban a libertad.

Este exitoso espectáculo ya se ha presentado en más de 50 países, traducido a 30 idiomas, adaptado cinematográficamente y creado su propio imaginario popular. Ahora hace diez años que se estrenó por primera vez en nuestro país, llegando a atraer a más de un millón y medio de espectadores.

Redescubre en 2015 las canciones más valientes y atrevidas de mano de un elenco de primerísima fila formado por Edu Soto, Cristina Castaño, Daniel Muriel, Diana Roig, Marta Ribera y Enrique R. del Portal estarán sobre las tablas para deleitar al público con la nueva versión de Cabaret. No te pierdas el estreno de la temporada. ‘Come to the cabaret!’

Los horarios de representación del musical Cabaret en Teatro Rialto de Madrid son a las 20.30 horas durante martes, miércoles y jueves; 18.00 y 22.00 h. viernes y sábados; y 18.00 h. de los domingos. Puedes ampliar la información y acceder a la venta de tickets al mejor precio a través de la siguiente agenda: