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Los temazos (y los clásicos) se escuchan en el coche

“¿Llevas los cargadores?”, “Pero si yo solo me encargaba de las chuches”, “El protector solar mejor guárdalo en la mochila que nos lo pongamos nada más llegar”. Estas oraciones y el sonido de las llaves dando cuatro vueltas a la cerradura de casa antes de salir, son el preludio de cualquier viaje que se precie. Ya sea a la playa, a la montaña o al pueblo de al lado, el sonido de las ruedas por los adoquines de la calle y el “clac, clac” de las chanclas son la introducción de un viaje que comienza en el coche.

Sin embargo, el verdadero viaje, la experiencia única de ir apretados entre maletas y bolsas con Papa Delta no comienza hasta que alguien enciende la radio. O lo que es mejor, pone la playlist. Porque no se trata de una lista aleatoria, no es el “Top 50 actual” ni el “Novedades Viernes”, es LA playlist. Efectivamente, estoy hablando de las españoladas y de todos esos temazos de los que no te acuerdas hasta que estás en el asiento de atrás comiendo peras ercolinas y Pringles. Todo junto, porque luego se lo tienes que pasar al copiloto y no podemos ser avariciosos.

Y es que casi se ha convertido en una cultura en sí misma. 20 de Abril, Por La Raja de Tu Falda, La Flaca, I’m Yours o Limón y Sal están ahí. Tienen que sonar. Casi debería ser ley. De hecho, tengo una teoría más fiable que la de la gravedad: el viaje que se haga, saldrá bien solo y solamente si suena Caminando por la vida de Melendi en el trayecto. Si no es así, las vacaciones podrán ir bien, pero no tanto como podrían haber ido si hubiera sonado ese temazo.

Por eso, en caso de que no tengáis esa lista creada propiamente dicha, hoy venimos con el nombre de algunos artistas y varias canciones suyas que son, simplemente, un obligado en cualquier coche que se precie:

 

Amaral

Amaral es imprescindible. Especialmente Marta, Sebas, Guille y los demás, o como es realmente conocida: “son mis amigos”. En esta canción no hace falta subir el volumen porque desde el principio el coche entero canta ya a más decibelios de lo que está legalmente permitido en un vehículo. Junto a esa, El universo sobre mí. La única que está en las playlists únicamente para pasarla es Días de verano, o más conocida como “No quedan días de verano” pero simplemente porque no es necesario recordar ciertas cosas.

Fito y Fitipaldis

Todo lo que suene de Fito y Fitipaldis va a estar bien simplemente porque son himnos. Pon Soldadito marinero y la gente se pondrá un poquito melancólica sin razón aparente. ¿Quieres que hagamos memoria y recordemos si era por los libros, el maestro o el colegio por lo que Fito pudo aprender? La casa por el tejado. Y si no sabemos muy bien lo que queremos, elige Por la boca vive el pez, y la gente dirá “BUAH, HIT”.

Melendi

Qué decir. Melendi, el generador de temazos por antonomasia. Podríamos mencionar discos enteros que harían del viaje un lugar seguro de toda tristeza. Pero si hacemos selección, además de Caminando por la vida, debe sonar Hablando en plata, Tu jardín con enanitos y Canción de amor caducada. O simplemente ponlo en aleatorio, jamás va a fallar. 

La Oreja de Van Gogh

Que tire la primera piedra quien no haya mirado de manera intensa cantando 20 de enero. El sonido de la campana, las fotos tuyas de antes… una maravilla. La Oreja de Van Gogh es una maravilla. Rosas o El Último Vals son otros temas que se escuchan entre carteles de kilómetros dando la cuenta atrás. 

El Canto del Loco

Nos queremos sentir canallitas o simplemente porque nos las sabemos: El Canto del Loco suena. Besos, Zapatillas, La Madre de José, Eres tonto… podríamos hacer una tesis entera solo sobre las razones por las que El Canto del Loco debe sonar en cualquier trayecto, aunque sea solo en el viaje del sofá al supermercado.

Son canciones que no solo han sobrevivido a los años, sino que los han mejorado. Se han convertido en la banda sonora oficial de unos viajes que huyen del silencio. ¿La razón? Como todo lo que nos hace sentir bien, no se sabe. Quizá sea porque todo el mundo se las sabe. Ya sea si hacemos un viaje con amigos, con nuestros padres, con la familia entera o solos en un viaje de introspección. Todos sabemos qué viene detrás de “Carolina, trátame bien” o la razón por la que Marta nos llamó a las 6 (hora española). Puede ser también esa sensación de karaoke privado, de viajar en el espacio y en el tiempo mientras intentamos evitar los peajes cogiendo caminos completamente apartados de la vida humana pero con la voz de Joaquín Sabina guiándonos.

O también puede ser la nostalgia. El recuerdo de otros viajes que ya hemos hecho y de todas las quemaduras y picaduras de mosquito que ya hemos tenido. Como un intento de hacer un “Copiar” de las experiencias que ya nos han llenado para después “Pegar” todas ellas en el destino al que nos dirigimos en el momento. Y es que lo consiguen. No porque repitamos las experiencias, sino porque esos temas son como la intuición que asegura que todo va a ir bien, hagamos el viaje que hagamos y vayamos a donde vayamos.

Porque todo pasa: el coche que quería adelantarnos desde que salimos de casa, la necesidad de ir al baño en la primera media hora del viaje, la gasolinera de los bocadillos de tortilla de patata y el flotador que venía de regalo con los helados. Todo pasa. Pero siempre, siempre, queda la música. Porque cada recuerdo tiene un sonido asociado, un tema, un artista y un volumen determinados.

Y esas canciones quedarán, como diría Amaral, por encima de todas las cosas.

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Los clásicos de ahora: cómo se están versionando los temas de antes

Es lo que toca. Se acerca el uno de enero y empezamos a sentir ese cosquilleo de querer dar un giro a nuestra vida para el año que entra. Aunque sea solo de 90º.

Prepararnos para una maratón (o correr un poco más de lo que –no– lo hacíamos), empezar a ser puntuales o apadrinar un olivo se convierten en claros objetivos que respetar, y sobre todo que cumplir. Porque acaben sucediendo o no, esas cosas que pensamos hacer a partir de ese uno de enero se sienten importantes. Renovarse o morir, y buscar tutoriales sobre cómo empezar a meditar para llenar de tranquilidad y buenas vibraciones el nuevo año. Ni Cenicienta se tomaba tan en serio el cambio de 23:59 a 00:00. Podríamos decir que ese gusanillo de dejar todo lo antiguo atrás para abrazar solo lo nuevo también le pasa a la música.

Pero no. Porque tan catártico es cortarse el pelo al ras, como dejárselo largo y buscar tutoriales sobre cómo hacerse trenzas.

Pues bien, eso es lo que está haciendo el panorama musical actual: teñirse el pelo, intentar hacerse el moño desenfadado que nos trata de enseñar Instagram y raparse solo los lados. Pero siempre manteniendo su esencia. Tomar lo antiguo y hacerlo nuevo. Y haciéndolo bien.

Y es que las musas y musos de los artistas del pasado se han convertido en los de aquellos que ahora copan las listas actuales. Ya sea añadiendo sonidos, letra o versionando de una manera más dulce o explícita, las canciones que pertenecen a la época en la que eran nuestros padres los que elegían la música al cocinar, han vuelto.

Por eso, hoy traemos una lista con solo algunos de los temas que tienen la esencia de cassette del que solo funciona un altavoz y de CD cuya funda se ha perdido. Esas canciones que, sin embargo, hoy escuchamos con auriculares inalámbricos:

VIVIR ASÍ ES MORIR DE AMOR

Si por amor todos tenemos el alma herida, Camilo Sesto, en 1978, la tenía un poquito más. Y ahora también Nathy Peluso en 2021. El himno que nos trajo el alicantino y la canción por excelencia de cuando la fiesta está a punto de acabar para asegurar terminar por todo lo alto vuelve a sonar. Pero ahora, con Nathy Peluso. Y sí, sigue estando por todo lo alto.

La canción que te invita a abrazar automáticamente a quien la canta para ofrecerle tu apoyo por ese amor poco sano, ha sido adaptada por la cantante argentina. Y a lo que nos invita ahora es a bailar. Y a hacerlo de una manera un poco más urbana, más popera y más ochentera. Con los instrumentos como elemento esencial de esta versión, la orquesta se convierte en protagonista. Las trompetas y percusión nos ayudan a superar ese amor, y para cuando Nathy Peluso repite el estribillo, ya no nos acordamos ni del nombre de esa persona.

Y es que nadie mejor que Nathy Peluso podía darle tanta alma a una canción a la que ya de por sí le sobra sentimiento. La descubrimos con su jazz latino en La Sandunguera, hemos bailado bachata como si viniésemos de «Bailando con las estrellas» al escuchar su colaboración con C. Tangana en Ateo. Y ahora la cantante argentina ha puesto en mayúsculas uno de los temas que hacen que Camilo Sesto no necesite presentación.

Y es que VIVIR ASÍ ES MORIR DE AMOR cuenta ya con un videoclip futurista dirigido por ella misma, haciendo la viva representación de cómo todo lo que es un temazo, lo es. Independientemente de la época y del estilo.

 

HALLELUJAH

Si solamente pudiésemos sabernos dos canciones en el mundo, probablemente las elegidas serían Cumpleaños Feliz y Hallelujah. Y esta segunda un poquito más. Porque ambas son eternas, sí, pero Hallelujah es un tema que, simplemente, se siente especial.

Los que nos criamos con los Pokémon y los tazos tenemos más la imagen de Bon Jovi interpretándola que de su verdadero compositor: Leonard Cohen, en 1984. Sin embargo, el grupo estadounidense Pentatonix llegó en 2010 para traernos una versión del angelical tema de una forma que hace que parezca totalmente original, y nos la traen a capella. Es decir: los únicos instrumentos de los que hacen uso son sus propias voces. Bajos, ritmos constantes, esa nota de fondo de la que no nos damos cuenta pero que si para, queremos que vuelva… todo lo hacen ellos con su voz.

Y a pesar de que no es nada fácil hacer sentir, con cinco voces, la intimidad que tiene una sola voz frente al micrófono; ellos lo han conseguido. Y es por eso por lo que, desde 2016, esta versión se ha convertido en la primera opción de muchas personas cuando comienzan los primeros días de diciembre y el ambiente se convierte en uno que invita un poco más a agradecer, a volver al Burrito Sabanero y, sobre todo, a gritar «Aleluya».

 

HABANERA

Fue la pieza que más nos gustaba de la clase de música en primaria. Quizá porque no sonaba tanto a concierto serio proclive a salir en el examen final. Quizá porque podíamos sentir la picardía en cada palabra aunque no entendiésemos ninguna palabra en francés más allá de ese “l’amour”. Sea como fuere, La Habanera de la ópera «Carmen» de Bizet (1875) es un hit. Es un hecho.

Da igual cuando la escuchemos, la melodía de esas primeras notas solitarias se quedan en la mente para el resto del día. Y lo que la han convertido en eterna es, precisamente, que no queremos que salgan de ahí.

Pues bien, ahora la hemos vuelto a recordar, pero de la mano de L’haine, en 2020. El joven artista madrileño ha tomado esas notas, las ha hecho protagonistas aislando el resto de sonidos, y las ha hecho suyas. ¿Cómo? Añadiéndole un ritmo actual y constante en el que la letra también ha mantenido su esencia. Eso sí, cambiando de la ópera a lo urbano. Y qué bien suena.

La letra no es la misma, pero se sigue manteniendo ese sentimiento de que el amor no se elige. Y de que si se hace, probablemente o no sea amor, o no sea correspondido. Una reinterpretación de este artista emergente y que ya cuenta con más de dos millones de reproducciones en su perfil de Spotify.

Porque, a pesar de que pueda ser verdad que las segundas partes nunca fueron buenas, lo que los artistas actuales nos están demostrando es que lo que hacen va mucho más allá de una reinterpretación. Se trata de volver a hacer sentir, y de hacerlo mezclando la esencia de antes con la que estamos viviendo estos días. Son, los clásicos de ahora.